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Corderos bien educados > Jorge Bethencourt

El presidente de una asociación de ayuda contra la drogadicción sale con cara de triste para criticar que los jugadores de la selección española de fútbol salgan tajados como piojos en la celebración de la Copa de Europa. “Qué ejemplo le van a dar a los jóvenes”. Olvida que los jugadores son jóvenes. Olvida que los jóvenes ya se agarraban curdas considerables antes de que existiera la televisión. Y olvida, sobre todo, que el Estado que subvenciona a asociaciones como la suya es el que cobra un considerable impuesto por la venta de bebidas alcohólicas.

Mucho más coherente es lo que hacen en Gerona (que en lenguaje nativo es Girona, como Londres es London) donde han decidido multar con trescientos euros a los jóvenes que fuman y beban en público. Eso está mejor pensado. Les vendes tabaco en el estanco y alcohol en las gasolineras. Ya por ahí estás recaudando. Y luego les caes encima y les soplas a los padres (porque son los que van a pagar) media paga mensual. Nos acercamos a la perfección pavloviana que ya practica la Dirección General de Tráfico, que se frota las manos, y mientras nos ofrecen por la maldita tele las carreras de fórmula uno, va desplegando la red de radares para la caza de besugos. Todo sea para salvar nuestras vidas y hacer caja para la patria.

Que lo estamos bordando no hay más que verlo. Los jóvenes dejarán de hacer lo que siempre hicieron, divertirse y ligar, para dedicarse a tirar pedruscos desde los puentes de las autopistas. O seguirán el ejemplo de los mineros que para defender el dinero que reciben en subvenciones se han dedicado al lanzamiento de cohetes, el corte de las carreteras y las vías férreas. En el País Vasco el asunto sería terrorismo, pero la puñetera geografía es muy caprichosa con eso de los heroísmos.

El Estado paternal se preocupa por nuestra salud y nuestras vidas. Y para salvarnos del mal, nos cobra. Es una medida disuasoria, claro. Por nuestro propio bien.

Tan es así que ahora nos empezarán a cobrar por los rescates. Porque si uno es lo suficientemente idiota o arriesgado como para poner su vida en peligro y necesita del auxilio de un equipo de salvamento oficial, tendrá que abonar los costos del rescate. Y si el rescatado la palma, serán sus herederos los que tengan que apechugar con la cuenta, sin que puedan alegar que el trabajo no ha sido bien hecho. A pagar, corderos. A pagar a los lobos que nos protegen.

Twitter@JLBethencourt