crÓnicas de verano > Olga Álvarez de Armas

Cuando la vida no es sueño > Olga Álvarez de Armas

Teatro, la vida es puro teatro…”, dice la canción que, con letra de Tite Curet Alonso, canta La Lupe, pero no es verdad: es el teatro el que nos cuenta cómo es la vida, el que interpreta la vida ya sea como una comedia, un sainete, un drama o una tragedia. Y existe desde hace por lo menos 25 siglos. Así que su voz tan llena de experiencia, de dolor y de belleza merece ser escuchada con el máximo respeto. Nos enseña mucho sobre lo que somos y cómo somos.

No hay un solo sentimiento ni acontecimiento en la vida del ser humano por muy complejo que sea que no esté contado ya en el teatro clásico y, sobre todo, en la tragedia griega. Ese horror espeluznante que ocurrió hace unos días en Gran Canaria, el de ese hombre que para vengarse de su mujer que se había separado de él mata a su hijo y que luego se suicida pero primero le dice a ella que se asome por la ventana para que vea lo que se merece… Eso es la Medea de Eurípides pero en masculino. Y la escribió en el 431 a. C.
La tragedia se basa en tres pilares que son comunes a toda la humanidad: la vida, el amor y la muerte. Del mismo modo que por amor se han cometido las mayores proezas, por venganza casi siempre de ese amor, que muchas veces se descompone y se pudre, se han cometido los mayores horrores desde que el ser humano está sobre la tierra hasta la fecha. No hemos avanzado mucho, no.

En Madrid

Me fui a Madrid como siempre en estas fechas para ver teatro. Y lo vi. En Almagro, La vida es sueño de Calderón, con el personaje de Segismundo interpretado por Blanca Portillo, la que dicen es la nueva gran estrella del teatro; y en el Teatro Real, Ainadamar,drama lírico del argentino Osvaldo Golijov, sobre el libreto de David Henry Hwang.

Pero en Madrid pasaron muchas cosas, muy tremendas todas, en esos cuatro días que estuve. En uno de ellos participé de la única manera que podía: me fui a aplaudir la llegada de los mineros a la Puerta del Sol. Allí, perdida entre la multitud, pegada a una pared para no ser presa de la claustrofobia, grité, canté y les aplaudí a estos mineros que vienen caminando desde Asturias para reivindicar que no les quiten su trabajo en la minas de carbón. Estoy casi segura de que no les servirá para nada su esfuerzo, lamentablemente, porque las minas de carbón están a punto de cerrarse; pero si yo fuera minera y viera que iba a perder mi trabajo también haría lo que han hecho ellos: luchar con todas las fuerzas para impedirlo. Y éramos muchas miles de personas quienes estábamos con ellos. Muchas miles. (Ay, Madrid, Madrid qué ciudad tan rarita y contradictoria eres, mi niña. Lo mismo proclamas la II República montada en lo alto de una ventana de la Puerta del Sol y la defiendes después hasta el último suspiro del último minuto de la Guerra Civil, que vitoreas en masa a Franco en la Plaza de Oriente o lloras como una dolida viuda cuando pasas por delante de su catafalco… ¿Eres una o eres dos o cuántas Madrid eres, Madrid?)

No, la vida no es sueño; en todo caso en la actualidad es para varios millones de españoles una auténtica pesadilla.

‘Ainadamar’

Sólo puedo elegir una de las obras para hablar aquí porque no hay espacio para las dos. Como es Ainadamar (que en árabe quiere decir “fuente de lágrimas”) la más desconocida, escribiré de ella.

Es una obra que anuncian los carteles que cuelgan de los faroles de Madrid que es una “ópera popular” (¿y eso qué es?, pregunto yo). Lo cierto es que cuantas más críticas furibundas leía contra ella, alguna demoledora, más ganas tenía yo de verla.

En síntesis, trata de la relación de amistad habida entre la mítica actriz Margarita Xirgu y el poeta Federico García Lorca pero desde luego hay muchas más cosas, algunas muy sutiles. ¿Por qué la crítica en términos generales ha sido cuando menos “muy severa” con Ainadamar? Yo no soy crítica así que sólo les doy mi opinión (que también es lo que hace la crítica) que, como tal, puede estar equivocada(esa es la diferencia…). Porque efectivamente, esta obra está vamos a decir que “desordenada”. Las cantantes lo son de ópera como es natural y aunque a mí eso no me parece nada mal porque son magníficas, lo cierto es que en ocasiones su castellano no se entiende bien. El que hace de Ruiz Alonso (el que en verdad denunció a Lorca y logró que lo asesinaran) que se llama Jesús Montoya, cantaor, me pareció el mejor personaje de todos. Sentí por él toda la náusea y repulsión que siento por el auténtico Ruiz Alonso. Fantástico en su expresividad corporal y esa especie de danza de la muerte que baila todo el tiempo de un lado a otro alrededor de Federico, personaje que interpreta Kelley O’Connor, mezzosoprano norteamericana. Casi no le entendí, suerte que todo el texto de proyectaba en las dos paredes. Y Margarita Xirgu (por cierto: dice su biógrafa Antonina Rodrigo, en el libro sobre su vida, que Xirgu pasó por Tenerife camino de América-debió ser en 1935-, y que como era costumbre, paró para actuar en el Teatro Guimerá. Y cuando apenas llevaba diez minutos el público comenzó a gritarle hasta el punto de que Margarita paró la función, se volvió hacia ellos muy enfadada, y les espetó: “¡Al menos esperen a ver cómo sigue la obra y cómo termina!”…). Continúo. Y Margarita Xirgu interpretada por la soprano norteamericana, magnífica por cierto como soprano, Jessica Rivera que hace de ella joven, y Nuria Espert que hace el papel -es un decir- de Margarita ya mayor. Y aquí sí que tengo cosas que decir y que no vi en esas críticas de los periódicos madrileños. El personaje que interpreta, repito, es un decir, Nuria Espert está metido en esa obra con calzador me parece a mí. ¿Por qué digo que es un decir? Porque la Espert no pronuncia una sola palabra como Margarita porque naturalmente hubiera tenido que cantar y si bien ella canta muy bien -o al menos cantaba- no es ópera que es lo que le corresponde. Nuria me pareció a mí más bien el fantasma de Margarita que se pasea por el escenario sin decir nada. Y lo más curioso, cuando sí dice algo y lo dice ma-ra-vi-llo-sa-men-te, es cuando recita los poemas de Federico en el Diván del Tamarit. Sólo por oírla recitando esos versos ya merece la pena ir. Es lo único claro de toda la obra. Y al escucharla parece como si todo se ordenara. Creo que en realidad lo que se ordena es nuestra cabeza. Pero entonces ¿qué papel interpreta Nuria? ¿Es Margarita o es Federico? Todos tenemos nuestros fantasmas. Y el de Nuria es Margarita Xirgu a la que no conoció porque cuando ella nació Margarita estaba mandando a callar en el Guimerá. Y después ya no pudo volver más a España. Sin embargo, en todo lo que trata de la Xirgu, Nuria se apunta. Cuando la interpretó en el Teatro Romano de Mérida fue memorable; sí, pero no lo necesita. Ella es tan grande o más. Y sobre todo distinta.

Lástima no tener espacio para contarle qué hacia el conservador público del Real cuando en el escenario se “fusilaba” a Federico… Será para otra vez.