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El ‘ivazo’

Nos dirán que estamos haciendo historia, y es una siniestra ucronía pensar que los perdedores de esta terrible masacre, las víctimas sirias del bombardeo de los viernes, los parados a los que, para más inri, recortarán la prestación para dársela a la banca nacionalizada, mañana serán los héroes de un destino providencial, donde España resurja fortalecida como una potencia remozada y devuelva a Alemania las risitas sórdidas con que ahora nos aplica el cilicio con cierto recochineo medieval.

Imaginemos que este mal sueño de la crisis nunca sucedió tal cual lo percibimos, y el punto Jonbar (que en la tradición literaria nos remite a un hecho histórico manipulable a nuestra conveniencia) sería que España crecía, no había tales millones de desempleados, Canarias apenas contabilizaba unos pocos miles camuflados en la economía sumergida, ni la sobredosis de austeridad del miércoles-viernes se produjo tan a lo bestia tras el consejo de ministros deliberante, donde el Rey espiaba perplejo a un Rajoy dando consignas de pie a De Guindos antes de la próxima batalla, mientras Soria miraba en lontananza, con los demás, y Ana Mato parecía ansiosa por saber lo que hablaban los dos (todo eso está en la foto).

Como quiera que este macrochute de ajuste parece mentira, convengamos que nunca sucedió. De lo contrario, es que no tendría ni pies ni cabeza ese ivazo que manda la cultura a hacer gárgaras, cerrará cines, teatros, funerarias (la cultura de la muerte, valga decir) y peluquerías (el Gobierno no se corta ni un pelo). En la ucronía que sostenemos, la diputada Andrea Fabra no gritó “que se jodan” a los parados, aunque el exabrupto coincidiera con el momento en que el presidente anunciaba el recorte del subsidio para este colectivo a partir del séptimo mes, pérfida casualidad; se lo arrojaba al PSOE como parte de la bronca, y en la hipótesis de su conducta se adivina un futuro parlamentario aliñado con kingboxing donde hoy padecemos abucheos y aplausos entre las dos grandes bancadas. Las ovaciones de los diputados populares a Rajoy por cada recorte de estos 65.000 millones (una suma inédita) contrastan con las lágrimas retwiteadas de la ministra italiana de Trabajo, Elsa Fornero, comunicando en diciembre a los suyos un ajuste de 25.000 millones. Señores, paremos el reloj y cambiemos urgentemente el chip. En la burda ficción que propongo, los funcionarios cobrarán la paga extra de Navidad (eso parece en Canarias). ¿Han visto qué rápido metabolizamos el copago, como si fuera de toda la vida? Nos impondrán el certificado de residencia y volaremos con el papel en el bolsillo como fundamentalistas contra la informática. Lo cotidiano se ha vuelto un asunto irreal en medio de un caos de realidad semejante. Y el día menos pensado nos despertarán con el trending topic de que la guerra terminó. Y bajarán los impuestos a la calle y hasta los bancos nos caerán bien.