Las medidas anunciadas esta semana por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, suponen no solo el reconocimiento implícito de una intervención de facto de la economía española por parte de las autoridades europeas, sino además una nueva “vuelta de tuerca” a las ya apretadísimas clavijas de los ciudadanos, al pedirles el enésimo esfuerzo para afrontar la crisis, sin que a cambio se les ofrezca ni siquiera un horizonte razonable de recuperación económica que anime a la esperanza.
Y este es precisamente el principal problema, la debilidad fundamental en la línea argumental, si es que la hay, del Gobierno del PP. No se trata simplemente de las ya evidentes contradicciones, por no decir directamente mentiras, entre lo prometido durante la campaña electoral hace apenas ocho meses y lo realizado desde que tomaron el poder. Lo verdaderamente descorazonador es la sensación de que todos estos recortes hasta ahora no han servido prácticamente para nada, porque a lo largo de este tiempo no ha mejorado ni uno solo de los indicadores económicos, al contrario: no se recupera la confianza de los mercados, aumenta la deuda y el pago de sus intereses, y, lo peor de todo, sigue creciendo de forma dolorosamente imparable el número de desempleados, hasta el punto de crecer en más de medio millón en el último año y el cierre de 32.094 empresas.
Por si fuera poco, la puesta en escena de una bancada popular en el Congreso aplaudiendo y jaleando alborozados y entre risotadas cada una de estas medidas de recorte produce verdadero sonrojo. Resulta curioso el contraste en la memoria de la ministra italiana cuando anunció medidas de ajustes allí, prácticamente llorando porque era consciente de lo que eso significaba para el conjunto de los ciudadanos. Ética y estéticamente, una vez más, se elegía el peor camino, mostrándose fuertes con los más débiles y débil con los más fuertes, mientras siguen mucho más empeñados en buscar culpables del pasado que en encontrar soluciones para el futuro.
La improvisación en sus planes hace que, mientras siguen haciendo agujeros a un cinturón ya muy desgastado, no ofrecen ningún “tirante” para sujetar los pantalones. Es decir, sólo se exhiben medidas de recorte, austeridad y ajuste (algunas, sin duda, necesarias) pero prácticamente ninguna para incentivar y reactivar la economía. Es más, entre las medidas anunciadas está la supresión de gran número de bonificaciones a la contratación. Y en cambio, comete el descaro de justificar que “para animar la búsqueda activa de trabajo, los nuevos receptores que se incorporen a la prestación la verán reducida a partir del sexto mes del 60% al 50% de la base reguladora”. Y eso es tanto como decir que los parados en España lo están porque les da la gana o son unos vagos que no se toman el suficiente interés en encontrar trabajo porque viven demasiado bien con el subsidio de paro.
Al tiempo que se rebajan las prestaciones sociales por desempleo o se anulan ayudas para la Ley de Dependencia, por otro lado se suben los impuestos y se recorta de nuevo los salarios de los empleados públicos, minando así su poder adquisitivo hasta paralizar su capacidad de consumo interno y por tanto la actividad económica del pequeño comercio. ¿Qué efecto tendrá la supresión de la paga extraordinaria de diciembre respecto a la campaña de Navidad en una ciudad eminentemente comercial como Santa Cruz? Sencillamente, demoledor para sus perspectivas presentes y de futuro: más paro y peores condiciones gracias a las medidas del Partido Popular.
*Alcalde de Santa Cruz de Tenerife