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La mala gente > Jorge Bethencourt

Hay gente ruin. Seres que encuentran un perverso placer en el sufrimiento ajeno y se revuelcan en ello como cochinos en una cama de cáscaras de papas. Uno se los encuentra en cualquier lugar investidos de un pequeño poder que les hace sentirse diosecillos. Puede ser un funcionario, parapetado detrás de una mesa o una ventanilla, que decide amargarte la vida. Puede ser el guardia civil que te ordena parar en la autopista. Puede ser una azafata del avión. El jefe de talleres de la casa a la que llevas el coche. Puede ser cualquiera.

Es mentira que el ser humano sea de naturaleza bondadosa. Y una boñiga de vaca. Lo que nos hace mejores es la educación. El hombre y la mujer son malos como el vinagre en ayunas. Sólo la convivencia con otros seres humanos y el conocimiento adquirido por la experiencia nos hace un poco sociables.

Pero de todos los seres crueles que conozco, el peor de todos es ella. Esa mujer que te encuentras por la calle y que, cuando te ve, pone una sonrisa de oreja a oreja, abre los brazos, se dirige hacia ti y grita “¡hombreeeeeee fulanitoooo…

Qué alegría verteeee!”. Te suena la cara. Piensas desesperadamente si es la mujer de un amigo. Una excompañera de trabajo.

¿Una antigua novia que has olvidado? Las neuronas se mueven desesperadamente, como políticos en búsqueda de un cargo público, pero no hay manera de que llegue un chispazo de luz. Nada. Ni puñetera idea.

Le dices que cuánto tiempo sin verla (rezando porque haya pasado suficiente tiempo desde la última vez que te vio) y preguntas, así en general, que cómo le va la vida. Esperas que ella te diga alguna cosa que te permita deducir quién es.

Pero no. La muy bruja da un paso atrás. Y te mira fijamente a los ojos, con una sonrisa un poco más seria que antes. Y te dice en tono de reproche: “No sabes quién soy, ¿verdad?”. Balbuceas, vacilas, te desesperas… pero terminas reconociendo, abochornado, que no. Ella se regodea con tu sufrimiento y te dice que es Menganita, la mujer de Zutanito.

Pero tú ni zorra idea de quiénes son. Te deshaces en excusas y vuelves a preguntar que cómo están y que la crisis y que bueno… Y se dan un cariñoso beso y ella se va. Y te dice “Adiós Manolitoooo… Cuídateee muchoooo”.

Y tú le dices adiós, humillado. Y sigues caminando pensando en esa bruja asquerosa que no conoces. Y en que tú no te llamas Manolito.

Twitter@JLBethencourt