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La raya roja> Jorge Bethencourt

El vicepérez, que es como llaman a José Miguel Pérez, le han pasado una factura del barraquito muy parecida a la de Paulino. Se lleva usted la Chochona, caballero, pero se va a dejar en el mostrador dos o tres pelos el bigote. Y es que en el Partido Socialista de Canarias todavía llevan muy mal lo de gobernar con los nacionalistas. Lo llevan especialmente mal los que no gobiernan: esto es, los que no están ungidos por una canongía. Pero muchos son los llamados y pocos los elegidos en el BOCA. Un puesto en el poder, que es como dulce néctar que ayuda a tragarse a Paulino, no es fácil de conseguir para el partido de los Pérez estantes y los Pérez inestantes.

Son tiempos difíciles. Que el secretario general del PSC-PSOE salga elegido por tan poco margen y tenga un voto de castigo tan elevado, no es más que la expresión del creciente descontento de los que no entienden que gobernar, en tiempos de crisis, es quemarse a lo bonzo. Pero los socialistas ya están preparando la maleta, por si eso. De la misma forma que en la medicina se estudian los precursores como desencadenantes del mal, en la dialéctica del socialismo posmoderno están los argumentarios condicionales. O lo que es lo mismo, ese “hay rayas rojas que no vamos a pasar”. Ahí queda eso. Si fueran rayas blancas uno ya tendría claro que los socialistas no se irían nunca de un gobierno de gente sana, que se pasa la vida corriendo como conejos por los paseos peatonales y haciendo maratones. Pero son rojas. Y una raya roja puede ser desde el despido de unos funcionarios a un concurso de radios. Es decir, un suceso elevado súbitamente a la categoría de alarma electoral grave.

Los demonios internos de los socialistas son distintos a los de Coalición pero navegan por el mismo río Aqueronte que fluye hacia un infierno de recortes sin cuento y dolores sin par; y cuyo naciente se encuentra, como el Duero, en las altas montañas de Soria, pero en versión subvenciones. Cada vez hay menos oxígeno en los pulmones del Gobierno canario y el pacto es un charco con poca agua donde los peces empiezan a ponerse nerviosos. Lo que aguanten unos y otros sin morderse las aletas es un misterio. Si el agua sigue bajando no hay sosegado pejeverde que no se vuelva piraña. Así que vigilen el nivel del charco hasta que se vea la jodida línea roja. Ese día Simón se quedará solo en la columna para seguir diciendo, como un loco desgreñado, que Canarias va de puta madre.
Twitter @JLBethencourt