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Los niños, como los miércoles

INMA MARTOS | Santa Cruz de Tenerife

Siempre en medio como los miércoles. Estamos cansados de ver y de oír cómo en las separaciones de pareja los niños aparecen como los damnificados. Se utilizan a menudo como moneda de cambio, para herir a la otra persona o para hacer chantaje. En muchas ocasiones el bienestar de ellos se supedita al de los progenitores y al de otras circunstancias que por desgracia, a veces son inevitables. “Vale la pena olvidar las emociones, los rencores, las desavenencias y el odio”, asegura Juani Mesa, doctora en Psicología Evolutiva y de la Educación. Ella lleva años enseñando a través de sus cursos habilidades sociales necesarias para construir la pareja y la familia de una forma sana, entre otras materias.

Mesa recomienda la mediación familiar como herramienta para la separación conyugal, si la pareja no se pone de acuerdo respecto a los hijos en una separación. “Una persona objetiva, que en todo momento priorice el bienestar de los más pequeños, es necesaria para causar el menor perjuicio posible a los menores”. Por desgracia, muy pocas personas son concientes al cien por cien de esto, y anteponen todo tipo de sentimientos y prácticas negativas que finalmente, acaban afectando al desarrollo, la calidad de vida y la educación de los niños.

La sociedad muestra graves problemas de comunicación, de diálogo, que da paso a la violencia. Falta de tiempo, falta de un espacio adecuado para hablar, escuchar, o para entenderse. Como sociedad en continuo crecimiento quizá se ha ganado independencia, autonomía, sabiduría, competitividad, pero se ha perdido en el camino algo importante, los valores, la solidaridad, el compañerismo, la comprensión y el entendimiento. La mediación ofrece el espacio para que fluya la comunicación.

Si hay algo que hay que tener presente, es que son los adultos los que se separan. La ruptura se produce en la relación. Se trata de una pareja que ha decido no continuar su vida en común y poner término a la convivencia afectiva que dio origen a la familia, no de romper la familia. Sin embargo, es frecuente que los padres no logren distinguir estas distintas dimensiones y superpongan una sobre la otra, trasladando sus diferencias del ámbito conyugal al familiar.

Lo normal es que las parejas que han roto acaben teniendo una buena relación con los años, aunque al principio, los sentimientos afloran distorsionando y afectando de forma negativa las decisiones que se toman al respecto a los niños, comenta la psicóloga. El camino es difícil, pero merece la pena el esfuerzo.

Las leyes en España, por otra parte, benefician a los padres, dice Mesa. Para ella, la fórmula ideal en cuanto a la custodia, es que no sea el niño quien se traslade de casa, sino los padres quienes vayan y vuelvan durante los días en que les toque estar con ellos. Ese sistema, aunque es ideal para la estabilidad de los pequeños, conlleva una irrealidad patente, y es que muy pocas personas pueden permitirse tener tres casas. Incluso, en estos momentos, tal y como está la situación económica del país, muchas parejas tienen que seguir conviviendo, a pesar de no tener ningún tipo de relación.

Aunque no es posible una afirmación taxativa en este caso, ya que las investigaciones no están lo suficientemente avanzadas, todo apunta a que los niños menores de tres años, como seres sin memoria demostrada, se adaptarán a cualquier fórmula. Unos días con el padre y otros con la madre. No obstante, después de esa edad, hay que tener en cuenta su opinión, hablar con ellos y observar si están sufriendo. Es verdad que como seres adaptativos, aceptarán y terminarán por acostumbrarse a la decisión tomada por los padres, pero ésta siempre debe buscar causar el menor daño posible al niño.