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María Dolores de la Fe > Luis Ortega

Para ser palmero, hablas muy despacio, dijo en la presentación por Sebastián de la Nuez, que cambió su profesión de farmacéutico por la docencia y que, con cierto cuidado, se saltó el programa oficial e incluyó en sus lecciones a los literatos borrados en el bendecido fratricidio, en el exilio o el silencio impuesto. María Dolores de la Fe Bonilla (1922-2012) fue, ante todo, una gran persona, divertida y cordial, una fuente de empatía para las gentes de toda clase que fueron sus amigos. Según David Pulido, que le dedicó su tesis, la califica como una de nuestras “glorias costumbristas”, a la que habría de añadir una elegancia innata que eliminó de los tipos y las situaciones populares cualquier detalle soez, cualquier tentación efectista y facilona. La escritora concedió una importancia capital al humor, tanto para el trabajo como para la vida. “Es la base de la existencia y, aparte, hay que llevar las cosas al golpito. Yo era la menor de ocho hermanos y, cuando me chinchaban mucho, me iba al baño a llorar; me miraba al espejo y e decía: ¡Qué cosa más fea! Y me reía”. Recuerda con especial ternura su infancia, “algo abatatada” y su temprana afición a escribir y, “porque no me pasaba nunca nada”, a inventar personajes, que son “profundamente canarios, porque son los que conozco. Estoy orgullosa de ser isleña y de nuestros valores . La gente vieja que conocí era auténtica, honrada e íntegra y con una forma graciosa y zorrocloca. Por eso admiré tanto a Pancho Guerra, que defendió con ingenio nuestro lenguaje e idiosincrasia”. En el capítulo de sus gustos, también entró Alonso Quesada , “cuya sensibilidad, y canariedad diría yo, era tan grande como su acierto en la descripción de los ingleses que entraron en la sociedad isleña”. Lola de la Fe me trató siempre con especial deferencia y, al palmero acelerado, le cautivó su agudeza, su gracejo acentuado por cierto desmayo que hacía más eficaz la ironía. Está en una generación grancanaria que, uno a uno y colectivamente, merece el homenaje de sus coterráneos, la que formaron Ventura Doreste, Arturo Sarmiento, Pedro Lezcano y Chano de la Nuez que, en la rebotica de la calle de los Malteses, acogía las tertulias y maduraba un giro copernicano en su vida. El último libro de Lola Médium/diálogos-conversaciones fabuladas con grandes personajes se imprimió en 2005; antes Lola nos había revolucionado con sus voladas que adquirían siempre inmensa popularidad. Por ejemplo, ni genovés, ni mallorquín, ni catalán ni gallego; “Colón era una mujer”.