Como muchos otros animales, con o sin pluma, me he pasado los últimos tres años leyendo prensa salmón, escudriñando libros de divulgación económica, repasando manuales de historia de la economía y visitando blogs celebérrimos y otros no tanto. Araña uno la superficie de su ignorancia (quebrándose una y otra vez las uñas) solo para descubrir la profundidad casi insondable de ésta. Ayer el presidente Mariano Rajoy, después de cuatro meses de ausencia casi ininterrumpida en el Congreso de los Diputados, evidenció definitivamente la intervención de la política económica y fiscal del país -y no solo la de su sistema bancario- y anunció un nuevo chaparrón de lenguas de fuego sobre las clases medias y populares de este país. Y no amainará, porque el estado de excepción económico y presupuestario no será episódico, sino permanente en los últimos meses y años. La inmensa mayoría de las medidas y acciones anunciadas por Rajoy, y aplaudidas polichinescamente por los diputados del PP, tienen como criterio básico el cumplimiento del déficit fiscal marcado por la UE y supondrán una mayor depresión del consumo y de la actividad económica en general, con su secuela de cierres empresariales y aumento del desempleo. Por supuesto, el Gobierno conservador también ha dejado claro que, por no disponer, no dispone de ningún plan integral de reforma de las administraciones públicas: se trata de esquilmar a los funcionarios y suprimir los ayuntamientos de municipios con menos de 10.000 habitantes, una reforma electoral implícita que beneficia al bipartidismo. Y nada de tocar un pelo a las diputaciones.
En la inmensa mayoría de los blogs que he citado antes las denominadas reformas del Gobierno de Rajoy son acogidas entre la esperanza sonriente y la reserva más o menos cómplice. En la inmensa mayoría del establishment intelectual de este país en materia de ciencias sociales no podrá encontrarse ni una mota de empatía por el desaforado sufrimiento social que esta situación, y las pócimas milagrosas aplicadas, están causando en la población. Lo que pueden leerse -incluso en textos de gente inteligente- son cosas como que los mineros se han convertido en las nuevas mascotas de la izquierda taruga y aperejilada que insiste en no aprender matemáticas. Me parece que entienden muy bien las teorías políticas, los guarismos y los gráficos pero se niegan a comprender que millones de familias apenas pueden sobrevivir, que el futuro se ha acabado para cientos de miles de empresarios y profesionales, que se está llevando al matadero a una generación entera de españoles y canarios. En realidad la sociedad española (y canaria) está mutando para imponer un modelo social sustancialmente distinto que reduce el Estado de Bienestar a la beneficencia pública, pauperiza a las clases medias, precariza estructuralmente el empleo, concentra aun más la renta y criminaliza cada vez más abiertamente a los críticos y disidentes. Un modelo social (y político) sobre el que nadie ha votado ni en España, ni en Canarias.