A falta de saber si fue un imprudente hombre de la tierra que cree que puede quemar rastrojos cuando le apetezca porque lo ha hecho así toda la vida, o un loquinario / mala persona que se priva por ver llamas, o un agente del servicio de inteligencia canario intentando distraer nuestra atención de la reforma del REF (sí, lo he leído), lo único cierto es que las llamas esta semana se han comido parte de nuestro bosque.

Puede que ninguna de las tres hipótesis anteriores sea acertada (una lástima porque la del REF era buena), y simplemente haya ocurrido que los montes hayan mimetizado nuestro estado de ánimo, el que expresaron decenas de miles de personas en Santa Cruz y en Las Palmas. Gente que está muy quemada.

Estamos metidos en una situación en la que, nos guste o no (y no nos gusta), vamos a tener que hacer sacrificios para arreglar el desaguisado de otros. Pero no pidan a la gente que transija sonriente con barrabasadas que hipotecan su futuro y el de sus hijos. No les digan “no hay otra opción”, porque sí la hay. Distinto es que a usted no le venga bien ni siquiera barajarla.
De momento, el pirómano mejor identificado es el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, autor de perlas como “que caiga España que ya la levantaremos” o “no hay dinero para pagar las nóminas”, que es justo lo que los mercados (que tienen oídos) quieren escuchar.
Y mientras Mariano trazando rutas para llegar al garaje entre aplausos. La chispa adecuada.