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Lejos de acusar la crisis internacional, las economías del continente vecino sacan pecho en las perspectivas de crecimiento para el próximo año, según se desprende de un informe multilateral presentado el pasado jueves en Casa África. El documento, firmado por la OCDE, el Banco Africano de Desarrollo y otros organismos de Naciones Unidas, califica de relanzamiento la tendencia generalizada de los mercados cercanos hacia tasas del 5% sostenidas, tras un ejercicio anterior, el de 2011, que tampoco fue malo, en cuanto que la mayor parte de los países subsaharianos se mantuvieron en niveles que rondaron el 3,5% de sus respectivos PIB; mientras que también pronostica para el Magreb una recuperación sensible después de la caída de actividad originada por los acontecimientos y revueltas de la denominada Primavera Árabe, que se inició en 2009, y que tanto ha favorecido al turismo de Canarias. Lo cierto es que hay una coincidencia clara en el análisis de otras instituciones y expertos respecto a las expectativas de futuro del desarrollo africano, basadas sobre todo en un conjunto de factores de los que se deduce este optimismo, y que tienen que ver mucho con el tipo de población, la más joven del mundo, con una media de edad que no supera los 24 años; su incremento demográfico, que se doblará hasta llegar a los 2.000 millones de habitantes a mitad del presente siglo, frente a los 1.400 millones que tendrá China y los 1.600 de India, y una progresiva migración hacia los centros urbanos que cambiará los hábitos de consumo del 60% de las personas para el mismo periodo, un fenómeno que incidirá paralelamente en el incremento de rentas hacia la consolidación de una clase media floreciente, con índices similares a los que registran hoy en día las potencias emergentes.

Eso sí, un ingrediente multiplicador para este salto cualitativo y cuantitativo de las producciones tiene que ver con las nuevas tecnologías, un vector que penetra con mayor facilidad entre los más jóvenes y en las civilizaciones más comunicativas, o expresivas, como las africanas, de tal forma que en la actualidad la telefonía móvil es un instrumento cotidiano para nada menos que el 50% de la masa humana del continente negro, lo que contribuye a fortalecer un tejido multitransaccional en sociedades eminentemente emprendedoras que conciben la vida como un inmenso bazar. En este punto, cabe recordar que quien viaja a África suele comentar que las gentes utilizan los celulares intensivamente, como una parte más de sus organismos, algo que también entienden las multinacionales, que invierten cada día más en llenar de antenas no solo los edificios de las ciudades, sino los territorios en que los agricultores o pastores realizan sus labores, porque los contactos favorecen sus operaciones, al tiempo que generan información y agilidad para revertir las ganancias en una demanda casi inabarcable.

En última instancia, ese éxodo previsible hacia las ciudades lleva aparejada la necesidad de que los gobiernos de turno creen servicios públicos, viviendas, edificios administrativos y muchas otras infraestructuras que posiblemente serán sufragadas en gran parte por el capital obtenido en el procesamiento y venta de los recursos naturales, que en el continente constituyen un maná del que se han aprovechado los países ricos hasta la fecha a precios de ganga.