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Una trágica historia que se repite

Monumento a las víctimas del incendio de La Gomera. / DA

JOSÉ LUIS CÁMARA / SANTIAGO TOSTE | Santa Cruz de Tenerife

Una trágica historia que se repite. Los incendios que han azotado la última semana la provincia tinerfeña, han resucitado viejos fantasmas que perduran todavía hoy en la memoria colectiva. Porque, desgraciadamente, ya desde la conquista de Tenerife existen noticias de incendios forestales, mencionados en las Actas del Cabildo insular.

Así, hay numerosas citas sobre sucesos de este tipo en el siglo XIX, como los ocurridos en Los Silos y La Guancha en 1839; o los grandes incendios de Vilaflor y Candelaria en 1840; o el fuego del Monte Aguirre de Santa Cruz en 1841. Poco después, en 1887, las crónicas hablan del gran incendio ocurrido en los pinares de Candelaria, coincidiendo con la peregrinación a la Virgen la noche del 14 al 15 de agosto.

Aquella tragedia, además de lo significativo por la fecha y el lugar donde se produjo, marcó un antes y un después en el control de los incendios forestales en las Islas, ya que a partir de entonces se dictaron las primeras medidas preventivas para evitar este tipo de catástrofes.

El fuego, en cualquier caso, siempre ha estado muy presente en los montes isleños, especialmente durante la época estival. No en vano, como consecuencia de la proximidad al desierto del Sahara, Canarias se ve afectada por intrusiones de aire sahariano conocidos como tiempo sur. Durante estos episodios, que suelen durar de tres a siete días, aumenta el riesgo y el número de incendios, hasta el punto de que en julio de 2004 llegaron a detectarse 27 fuegos por culpa de este particular fenómeno.

Y es que verano es sinónimo de incendio en las Islas, especialmente en las últimas tres décadas. En ellas se concentran algunas de las tragedias más desgarradoras que han azotado a Canarias en su historia reciente. El primero de estos infernales episodios se vivió en 1984 en La Gomera, cuando un voraz incendio se llevó la vida de 20 personas y arrasó unas 300 hectáreas de flora y fauna de gran valor, como la milenaria laurisilva.


En el Teide

En aquel suceso, perecieron, entre otros, el gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife, Francisco Afonso, y también estuvo a punto de acabar con Sebastián Herrera, entonces presidente del Cabildo de la Isla Colombina.

Catorce años después, fue Vilaflor el principal damnificado por otro funesto incendio que quemó más de un millar de hectáreas y llegó al interior del Parque Nacional del Teide. Los esfuerzos de más de 200 personas organizadas en cuadrillas, cinco helicópteros y bomberos de tres cuerpos distintos permitieron acabar con el fuego casi una semana después de que éste se iniciase.

En La Guancha, en 2001, los daños no fueron tan cuantiosos, aunque ardieron unas 270 hectáreas de monte bajo y pinar, en un incendio que también afectó a los municipios de San de la Rambla e Icod de los Vinos.

Fue también en el Norte, en la zona de Los Campeches, en Los Realejos, donde se vivieron en 2007 las primeras horas de uno de los cuatro grandes incendios que en apenas dos meses calcinaron más de 39.000 hectáreas de Tenerife, Gran Canaria y La Gomera. Los dos primeros, como presumiblemente ha ocurrido también ahora, fueron provocados, aunque la identidad de los pirómanos sigue siendo, todavía hoy, una incógnita que nadie ha podido desvelar.