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Cerebros > Salvador García Llanos

Aún nos parece estar escuchando la voz de Julio Pérez, allá por 1991, en un acto electoral en el parque San Francisco del Puerto de la Cruz: “El PSOE fue siempre el partido de las ideas”. Eran otros tiempos. Mejores para la lírica socialista, indudablemente: la derecha todavía buscaba jefe, lo que importaba más que sus propuestas; y los nacionalistas, al menos en las Islas, ayunos de sustrato ideológico, sólo pensaban en clave insularista para acceder al poder. Veinte años después, el panorama ha cambiado sustancialmente. Una depresión galopante, entre otras causas, ha generado el mayor rechazo social que se recuerda a la actividad política, denostada, relegada…

Lastimosa y preocupantemente, ya que éste es el escenario que algunos desean para soluciones radicales y supuestamente salvadoras. Política desacreditada y políticos desprestigiados, muchos de ellos injustamente. Que en un reciente estudio demoscópico, los dos primeros partidos apenas superen el cincuenta por ciento en intención de voto, resulta revelador.

Pues aquel partido de las ideas, en ese marco de desazón e incredulidad, se lanza ahora -en una de las fórmulas concebidas para afrontar no solo los desafíos de su renovación sino para dar respuesta a las exigencias de una sociedad que ni quiere la política ni cree en ella- a la recluta de 300 cerebros de entre 30 y 40 años para actualizar y rearmar el pensamiento, para trazar el rumbo futuro de una organización política, muchas de cuyas costuras chirrían de secas y cuyas convocatorias congresuales precisan de una inyección como ésta para reafirmar que, más allá del legítimo respaldo electoral al que aspira, hay todo un compromiso con la ciudadanía española y con las generaciones del porvenir.

Esa horquilla de edad parece corresponderse, por ejemplo, con no haber votado la Constitución o con ser muy niños cuando el intento golpista de 1981. Savia, energía fresca, entonces, analítica del pasado más reciente, para encarar la nueva realidad que ha surgido desde entonces y que se está configurando con imprevisible rumbo y predominio de agentes económico-financieros que parecen disfrutar, regodeándose, con los estertores del fracaso del capitalismo.

Hay antecedentes de esta fórmula: aquel Programa 2000 de los noventa, coordinado por Manu Escudero, en algunas de cuyas entretelas nos movimos.

Fue un intento de apertura, de incorporar activamente a profesionales y representantes de la sociedad a un proyecto que, con el horizonte del nuevo siglo encima, precisaba de ideas e innovación, para no morir de éxito, qué casualidad. La bonanza, los vicios y las convulsiones de entonces igual no dejaron ver el frondoso bosque ideológico pretendido.

La captación de cerebros es un paso para llenar un vacío político de ahora mismo. Positivo, aunque ya se escuchen voces disconformes entre las propias bases, acaso confundidas con el alcance de la iniciativa. Un fruto más de ese vacío.