SAN JUAN DE LA RAMBLA >

Cosechando tradiciones

San Juan de la Rambla recupera costumbres como el ritual del mimbre, los Hachitos, los Santitos y el Pan por Dios. / DA


ENRIQUE TOSTE | San Juan de la Rambla

San Juan de la Rambla es uno de los municipios donde las tradiciones populares siguen aún vigentes en cada una de las fiestas locales. Esto se debe en gran parte al buen trabajo realizado por la concejalía de Cultura del municipio, que ha recuperado muchas costumbres del pueblo que se habían perdido.

La mayor parte de estas celebraciones tienen lugar entre los días 23 y 24 junio, fechas en la que se celebran las fiestas en honor a San Juan Bautista, patrón del municipio, y en las que personas llegadas de toda la comarca disfrutan de diferentes costumbres, entre las que se destaca el llamado ritual del mimbre, una ceremonia ancestral que, según las creencias, conseguía curar dolencias tanto de personas como de animales y plantas.

Este rito tan laborioso, que data de principios del siglo XIX, consistía en llevar al afectado a la mimbrera justo antes del amanecer del día de San Juan y tras abrirse un hueco ovalado en una rama del mimbre, se pasaba al enfermo por él tres veces rezando escritos creados especialmente para la ceremonia. Luego esa vara se cerraría con una badana de plátano y la leyenda decía que si el mimbre lograba volver a soldarse en ese año, la dolencia acabaría. En caso contrario, se debería de repetir el ritual al año siguiente.

Si se cumplía lo establecido se llegaba a curar la hernia inguinal de niños y adultos, al igual que enfermedades presentes en animales y plantas.

El ceremonial exigía la presencia de cuatro elementos claves, una María, que haría de madre del Señor, una Isabel, un Juan, que sería el encargado de realizar las labores de portar al enfermo de un lado a otro del mimbre, y una vela encendida que significaba la vida eterna. Durante las fiestas patronales los vecinos y visitantes del municipio pueden disfrutar, además, del resonar del bucio, una tradición recuperada por el artesano icodense Ricardo González, en la que una caracola se convierte en un instrumento musical a través de sus notas. También de Los Hachitos, antorchas de fuego que los participantes encienden en el Risco de Masapé para luego recorrer varios barrancos del pueblo.

Golosinas, frutas y dinero

Quienes no hayan podido formar parte de estas viejas costumbres, el 1 de noviembre se conmemora el Día de todos los Santos. Esa jornada, los niños del pueblo recorren las casas del municipio en busca de golosinas, dinero o frutas de temporada. Esta tradición, denominada los Santitos nunca se ha perdido gracias a la participación de las familias, a la hora de rememorar a sus antepasados. Muchos son los niños de lugares cercanos a San Juan de la Rambla, como Santa Catalina, entre otros, que se acercan a la localidad ese día.

En el Pan por Dios, los rambleros más pequeños van tocando por las casas del pueblo, pidiendo golosinas al igual que en los Santitos. Sin embargo, esta fiesta, recuperada gracias al apoyo de los colegios, se realiza en la víspera del Día de Todos los Santos, el 30 de noviembre, y el lugar es la parte alta del pueblo. “Nos hemos puesto de acuerdo con los comercios del casco para que tuvieran preparadas las golosinas para los alumnos de Educación Infantil, que van acompañados de sus profesores y padres”, explica la concejal de Cultura, Eulalia Toledo, quien subraya que “estas costumbres son una forma de competir con determinados festejos de la cultura anglosajona, como puede ser Hallowen”.

Otra tradición propia es el Vía Crucis viviente, que se realiza desde hace ocho años, en el que el casco histórico de San Juan de la Rambla se convierte en Jerusalén para representar la pasión de Cristo. Este municipio norteño es junto a Adeje, las dos únicas localidades de Tenerife que realizan esta representación.

Los rambleros se implican desde pequeños en cuidar las costumbres de sus antepasados. Así, a las ya citadas hay que añadirle otras más nuevas, como los fuegos acuáticos del barrio de Las Aguas, que este año cumplen su décima edición. En este último caso, se trata de una de las exhibiciones pirotécnicas más importantes del Norte de Tenerife en las que el agua explota abriendo paso a columnas de fuego, devorando así brillantes partículas de pólvora, un verdadero espectáculo de color y belleza.