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Esperando a noviembre > Francisco Pomares

El Gobierno de Mariano Rajoy se mantiene en un extraño limbo situado a medio camino entre el silencio y la resignación. Quienes esperaran algún tipo de pronóstico, vaticinio o anuncio de línea de actuación del Gobierno tras la reunión de Rajoy con Van Rumpoy, se quedaron el martes con las ganas. La táctica presidencial de los próximos días parece ser moverse mucho, bailar uno tras otro con todos los colegas de la Unión y dar discretamente sonriente en la foto, pero no abrir el pico si no es absolutamente imprescindible o cabe echarle al PSOE la culpa. Ayer hubo reunión con Hollander, la próxima semana tocará con la Merkel, la siguiente con el primer ministro finlandés (un señor con un nombre difícil de escribir y más difícil de pronunciar), y a mediados de septiembre con Mario Monti. Me apuesto la cobertura del móvil a que don Mariano sale de todas esas reuniones con media sonrisa circunspecta y sin soltar prenda. Mientras, los suyos largan contra los catalanes por hacer lo mismo que él tiene previsto hacer en noviembre. Porque de eso se trata: estamos en tiempo de descuento hasta después de las elecciones gallegas, adelantadas sorpresivamente para el 21 de octubre. Rajoy insiste en el error y decide volver a aplicar la misma receta que no le sirvió de gran cosa en las elecciones andaluzas. Esperará hasta después de las gallegas a ver si la cosa mejora (que va a ser que no) antes de pedir el segundo rescate para hacer frente a los vencimientos de deuda de final de año. Con la rapidez con la que se gestionan las cosas en Europa (aún andan discutiendo el clausulado del rescate bancario de “tan solo” cien mil millones) es probable que los funcionarios acaben cobrando la paga de Navidad en marzo (¡vaya! Se me había olvidado que esa ya no la cobran…). Rajoy se ha instalado, pues, en un doble discurso que le permita negar que está negociando más ayudas de Europa, y al mismo tiempo decir que la puerta sigue abierta para pedirlas. Su Gobierno se mantiene en el enroque parlamentario y el mercadeo político de declaraciones de muy segundo nivel. Todo el mundo a la espera de la gran decisión de noviembre y de lo que venga después. Ante este patio, suscribo humildemente la opinión de los maestros del Financial Times: al presidente le falta valor o le sobra miedo, tanto da. No está jugando en clave de defensa de los intereses de España, sino pensando a corto plazo en los resultados electorales de su partido. Y no es momento para eso: los tiempos más dramáticos son tiempos para la grandeza. Quizá no haya llegado aún el momento de pedir auxilio (otra vez), pero si hubiera llegado (y eso no hay nadie que este en mejores condiciones para saberlo que el propio Rajoy) no sería de recibo dejar pudrir todavía más el país para rascar unos pocos miles de votos en Galicia.