ELOY VERA (EFE) | Pájara
Fuerteventura se ha propuesto volver verde al turismo de masas gracias a iniciativas como la del hotel sureño Jandía Princess, donde se combinan las piscinas y zonas chill out, con una granja ecológica que permite a los más pequeños conocer cómo es el día a día del campo majorero. Cada año Fuerteventura recibe más de millón y medio de turistas en su territorio, un suelo que a partir de los setenta se convirtió, auspiciado por la fiebre turística, en una amalgama de hoteles y apartamentos. La isla es Reserva de la Biosfera desde 2009 y en su plan de acción contempla iniciativas medioambientales orientadas hacia los hoteles de costa, respaldando propuestas como programas de tratamiento de los residuos en los complejos o la creación de aulas de la naturaleza en los recintos hoteleros.
El Jandía Princess, en la zona de Butihondo, ha sido el primer hotel en unirse a las recomendaciones de la Reserva de la Biosfera en unos momentos en los que la preocupación por diversificar la oferta turística no es solo el caballo de batalla de las autoridades insulares sino, también, de la iniciativa privada.Tras la remodelación hace unos meses de este hotel, la cadena a la que pertenece decidió dividir el establecimiento en dos partes: una destinada solo al turismo adulto, un servicio en boga en los últimos tiempos, y otra al familiar, con una granja ecológica como reclamo estrella del complejo. Desde hace dos meses, conviven en el hotel conejos, gallinas y ovejas de raza majorera con huéspedes llegados de más lejos: Alemania o Reino Unido.
Vacaciones pedagógicas
Entre remojón y remojón en la piscina, los más pequeños son los encargados de recoger los huevos de las gallinas, cuidar a los animales y vigilar a sus crías, unas tareas supervisadas por dos monitores del hotel y por veterinarios que cada mes visitan a los ejemplares. En esta aula de la naturaleza los pequeños aprenden, a través de fichas divulgativas, las características de cada animal, su hábitat, alimentación, fecha de nacimiento o el nombre con el que los trabajadores del hotel los han bautizado. Al lado de las cuadras, una huerta acoge plantaciones de tomates, sandías y rábanos en la que se les explica a los pequeños las propiedades alimentarias de cada producto, a la vez que se les conciencia de la importancia de consumir productos ecológicos. En la huerta, los pequeños abandonan por unos momentos los flotadores y colchonetas de playa y, provistos de palas y azadas hechas a su medida, abren surcos en los tomateros o conocen cómo funciona el riego a goteo. Por la tarde, la granja recibe la visita de los jóvenes alojados en el hotel.