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‘La estrategia del caracol’ > Ramiro Cuende Tascón

Escribo desde Macondo. A este juntapalabras le pasa con Macondo lo mismo que a su creador, y es que su sonoridad poética me fascina desde que la oí, mejor, la leí. Supongo que también por tratarse de una finca bananera, que también me suena cerca.

Estos días he hecho dos cosas que me apetecían hace algún tiempo: una, ver otra vez aquella película, cuyo título acababa en caracol y del que no me acordaba, y, que me ha venido tantas veces a la cabeza reciente con la historia de los odiosos e injustos desahucios, La estrategia del caracol; y dos, releer Cien años de soledad, o lo que es lo mismo, pasar un buen rato con los Buendía.

Una casa digna es tan solo eso, humanidad. La película es tan actual como el periódico que usted lee en este momento; en ella Sergio Cabrera, nos enseña dignidad. La lucha de una comunidad de vecinos repleta de personajes entrañables: un travesti, un viejo anarquista, un buscapleitos y un grupo de señoronas que se aferran a su fe para evitar que los desalojen de sus hogares a raíz de una trapisonda urbanística municipal, motivo por el cual deciden seguir una estrategia, la del caracol, echarse la casa a cuestas. Con lo que transforman esa lucha en algo mucho más heroico que la mera conservación de sus viviendas: el mantenimiento de la dignidad. La frase final es inolvidable, demoledora y colombianísima: “Ahí tienen su hijueputa casa pintada”.

Una película memorable. Me recuerda que por encima de la estupidez, la burocracia, las clases sociales, el poder adquisitivo, la imagen y la hipocresía, el ser humano, aún en situaciones de despótica labilidad, jamás debe perderse el respeto a sí mismo.

¡Olé tus bemoles..! Escribiendo sobre la dignidad, en la parada del café me encuentro con Juan José Millás en la prensa con un artículo titulado… “Un cañón en el culo”. Me he quedado fascinado con la libertad y la honradez que habita en sus palabras. Cuánta rabia esconde nuestro miedo al futuro, la incertidumbre que nos envuelve es asfixiante. Pensar que existe tanta gentuza y déspota suelto y de todo tamaño, sexo y condición en esta parte de la civilización me enfrenta a la miseria humana con tal asco que me bajo de determinada humanidad.

Detesto a las personas que no permiten ni aceptan que la gente disfrute sin molestar. Esos que se consideran con más derechos que los demás por la gracia de Dios padre o por la gracia de tener en vez de ser ¡Fos! ¿Cómo es posible tamaño mindundismo? Con la que está cayendo y lo que queda. ¿Qué fue de la solidaridad?

El libro lo leí en… ivoox.com. Se lo recomiendo, una experiencia inolvidable.

En fin, esta es la vida, sencilla y transparente. ¡Disfrute!, así o asado, saludos.