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Nuevo orden > Juan Carlos Acosta

Los datos e informes más o menos acreditados no constituyen por sí solos evidencias claras para consolidar una vía, sino que es la lógica en último caso la que se erige en motor para el éxito de cualquier proyecto. Son las proporciones y el peso de las circunstancias las que apuntan la mejor dirección a seguir, pero es el análisis y la voluntad lo que finalmente induce a la decisión, sobre todo ante encrucijadas tan sombrías como las actuales para el Archipiélago, sea por el agotamiento de las fuentes tradicionales o por cambios de ciclos de los que la historia de la Humanidad sabe mucho, aunque nunca se hayan sucedido con tanta celeridad como con el nuevo orden mundial, a estas alturas innegable. Así es que lo que ayer era una realidad contundente puede que hoy no lo sea tanto y que sea posible ahora que grandes masas de población accedan a nuevas potencialidades de vida en muy pocos lustros, algo impensable hace dos décadas, cuando los países desarrollados se podían contar con un dígito y existía un monopolio restrictivo favorable, diría privilegiado, para unos pocos y excluyente para el resto. Eso está cambiando rápidamente de tal forma que el mercado internacional, controlado hasta los 90 por escasos estados, entre los que destacaban, por supuesto, EE.UU., Japón, Canadá y unas cuantas capitales europeas, se ha trastocado, o mejor dicho, se ha atomizado por la irrupción de cientos de millones de nuevos pilotos que quieren también dirigir este gran globo que es la Tierra y que, como consecuencia, han provocado una fulminante situación de micro reparto de recursos, capitales e intereses que a todos nos afecta. Entre esos nuevos agentes determinantes para nuestro acontecer diario están evidentemente los denominados BRIC, si bien tampoco hay que perder de vista, por menos elocuente, a África, el continente que tenemos tan cerca y que sorprende con cifras tan llamativas como el de la utilización intensiva de telefonía móvil, que implica al 70 % de los ya más de mil millones de habitantes que se mueven por sus territorios, un coeficiente que habla no solo de una capacidad de consumo o de cierto dinamismo fehaciente, sino de vocación de comunicación y del probable salto que esta tecnología puede suponer para el progreso en cuanto a procesos cada vez más sofisticados de interactividad, que van desde la simple conversación o el acceso a Internet a la realización de cualquier acción comercial. El otro documento que interesa a las Islas es el que ha sido publicado esta semana por la organización Africagua y que determina que las exportaciones de Canarias a África han subido el 40 % en un año, una tendencia nada desdeñable para un Archipiélago que comienza a sufrir muy en serio la caída de sus ingresos habituales y que debe encarar nuevos retos para la supervivencia. Un puñado de países cercanos, como Marruecos, Mauritania, Senegal, Cabo Verde y Guinea Ecuatorial, sustancian esas operaciones, algunos con más expectativas de desarrollo que otros, espectacularmente en el caso de la antigua colonia española, por constituirse como el tercer productor de petróleo subsahariano, pero todos en la senda del progreso, a corto y medio plazo.

La cuestión es si sabremos manejar esa lógica para construir un modelo de gestión encaminado a rentabilizar una de las pocas fuentes claras económicas que nos ofrece nuestro entorno para los próximos años.