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San Vicente Ferrer > Luis Ortega

Los veranos de la infancia y preadolescencia se midieron por las vacaciones en Velhoco y las excursiones por el Barranco de Juan Mayor, linde entre la capital y la vecina Breña Alta, que oculta sorpresas en sus recodos y covachas y alguna que otra fuentecilla, tesoros reales y base de leyendas para los lugareños. Duchos en mitificar la realidad, sus parajes impresionantes o íntimos albergaron todos los mitos sabidos y los ancianos, ávidos de compañía y atención, como alternativa a la diaria contabilidad de los coches de paso, hablaban de espíritus y almas en pena, santiguaban al menor indicio de malestar y eran fieles de las devociones del lugar.

Entre junio y septiembre discurrían las fiestas del Socorro y San Pedro, éstas de especial relieve con cuadros plásticos, loa propia al primer papa y arcos frutales que, en época reciente, se limitaron al del Chinchal, un restaurante que, desde la tradición y productos de la tierra, tiene una carta original y una clientela fiel y satisfecha. Fuera de las solemnidades de Las Nieves, venía en el ecuador de agosto, la Concepción del Risco, con concurrencia masiva, verbenas, novenas y procesiones. Y, para despedir la estación, San Vicente Ferrer, en el pintoresco barrio de Velhoco, en el entorno de una plaza almenada y de añosos árboles que adornan la ermita dieciochesca, con el típico balcón, sobre la puerta principal, con función de campanil. Con licencia t financiación en el primer cuarto del siglo XVIIl, el oratorio alberga una dignísima imagen del patrón (1350-1415), fraile dominico con reputación de milagrero y don de lenguas -hablaba en valenciano y le entendían castellanos, vascos, gallegos, franceses, italianos del sur y de la Lombardía- que tuvo un papel destacado en dos acontecimientos capitales de la Baja Edad Media: el cisma de Occidente, donde tomó partido por los papas de Avignon, y el Compromiso de Caspe (1412) en el que su voto por Fernando de Antequera arrastró a otros electores y tuvo una influencia decisiva en la futura unificación de los reinos peninsulares. El oratorio se convirtió en parroquia y el inflexible escolástico -con gran predicamento en toda Europa y sepulcro en la catedral de Vannes- desde hace tres décadas, comparte honores con Nuestra Señora del Pino.

El sencillo programa era apurado con fruición por los chicos que, sabíamos que, a la vuelta de la esquina, se abría el nuevo curso escolar. Igual que ayer se pregona el día del santo.