domingo cristiano>

Verano, la ITV de la fe> Carmelo J. Pérez

No es este el mejor año para hablar de las vacaciones y sus múltiples beneficios: millones de españoles no podrán disfrutar de ellas esta vez.

Lo digo porque a menudo he escrito que este tiempo de descanso es un momento privilegiado para retomar relaciones olvidadas o desatendidas, para mejorar por dentro con alguna lectura o alguna otra actividad cultural. Para buscar el rostro de Dios y disfrutar de la serenidad de esa experiencia, sobre todo. Pero claro, no es el paro de larga duración que acogota a nuestras Islas el mejor escenario para filosofar cuando apenas se alcanza a vivir. Descartemos juntos, por tanto, cualquier frivolidad de manual, este año al menos.

Sin embargo, amparado en la confianza en Dios y en la seguridad de su promesa, sí insisto en que los creyentes, aprovechando la menor actividad parroquial y pastoral de estos días, deberíamos aprovechar el tiempo para repensarnos.

Repensarnos es un verbo que me gusta: se trata de mirarnos por dentro para auscultarnos y reconocernos o extrañarnos de nosotros mismos, por un lado; y por otro, el ejercicio pasa por revisar nuestra forma de estar en el mundo, en la parroquia, en el movimiento…

Ese parón hay que hacerlo. De lo contrario corremos el riesgo de reproducirnos a nosotros mismos y a nuestros actos una y otra vez, como si hubiéramos entrado en un bucle pernicioso, que ni nos conduce a ninguna parte ni mejora la vida de los demás. No será difícil que después de una experiencia semejante acabemos extrañados de nosotros mismos. Extrañados, sí, sin saber bien cómo hemos llegado a ser como somos y por qué hacemos lo que hacemos.

Es bueno repensarse y extrañarse de uno mismo: en realidad ése es el camino que Dios abre a nuestros pies, en forma de fosa profunda, para animarnos a salir a flote recién amanecidos. “Anda, levántate, come”, dijo el ángel del Señor a Elías, que había caído rostro en tierra agotado de sí mismo y de las circunstancias que lo rodeaban. Ese “levántate y come” es una llamada que sólo Dios hace a quien ha tenido la valentía de caer al suelo para repensarse, para ponerse a punto, para pasar la ITV de la fe. “Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas”, insiste el enviado por Dios a Elías. O lo que es lo mismo, no te creas que por ti mismo podrás retomar el camino, amparado sólo en tus propias fuerzas. Es preciso comer, es preciso añorar el alimento que hace crecer y devuelve la energía para mirar al frente.

Es preciso Dios. Esa es la conclusión. “Yo soy el pan de vida”, se escucha hoy en todos los templos. Que el protagonismo en nuestra vida lo tiene Dios es una verdad tan repetida que ya ha perdido su fuerza transformadora. En esta ITV estival hay que recuperar su significado: pedir a Dios que no nos esconda su rostro, que aprendamos a vivir de él, que esa paz sean las muletas que precisamos para seguir caminando al servicio de los demás. ¿Poesía desencarnada la mía? Quien así piense debería solicitar cita en el mecánico con carácter de urgencia, opino.

@karmelojph