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Viciados de amor > Víctor J. Hernández Correa

“Para que el amor no muera hay que viciarse de amor”. No encuentro palabras más simples y a la vez más certeras para expresar esa esencia del amor. Como suele ocurrir con la poesía de las entrañas del pueblo, son palabras con vida. Manuel González Plata e Inés Gutiérrez Méndez, que se hallan inmersos en la celebración de sus bodas de oro, cumplen desde hace 50 años con la suma exacta “él más ella”; no con la ecuación “él=ella” (ni mucho menos, con el machista: “Detrás de un gran hombre…”); ni con la más moderna “ella=él”, de sabor feminista. Ni lo segundo ni lo tercero, sino lo primero. A él, DIARIO DE AVISOS tuvo la fortuna de contarle entre sus colaboradores desde la década de los 80, con nombre y apellidos o con su seudónimo Lijador, voz sin entrada en el diccionario académico y que sin embargo todos entendemos como aquel que alisa, pule o limpia algo no con lija, sino a través de la palabra impresa. Poeta del pueblo y, por tanto, poeta de la oralidad, de la voz, nos ha dejado libros de escogidos poemas en los que asoma siempre ese otro rasgo distintivo del viejo trovador: su impertinencia, su perspicacia, su crítica, a veces mordiente, incisiva, a menudo en defensa del patrimonio perdido: el arquitectónico, el etnográfico, el lingüístico o el humano. Ella, maestra vocacional, mujer de poeta e hija de verseador e improvisador, estimada por su dulzura y su humildad, madre también vocacional, no al estilo palmero sino a su propio modelo, que toma al hijo de la mano sin aferrarse. Inseparables se les ve calle Real abajo. Viciado el uno de la otra, drogados, pierden fuego y ganan agua. “Pero Inés, ¿no te dije que me esperaras en la plaza?”. Respuesta: “Hombre, ¿es que no te puedo dejar solo ni un momento?”. Réplica: “Mujer, siempre tú y yo”. Conclusión: “Para que el amor no muera hay que viciarse de amor”.