a babor >

Dimisión con sordina – Por Francisco Pomares

El socialista Julio Pérez ha dimitido como primer teniente de alcalde de Santa Cruz de Tenerife, después de algunos días de rumores y comentarios adelantando la posibilidad -no desmentida por él- de que esa dimisión -explicada siempre en base a motivaciones de índole estrictamente personal- llegara a producirse.

Pérez fue cabeza de lista del PSOE en las últimas elecciones locales, y logró cerrar un complicado acuerdo con Coalición Canaria que permitió a José Manuel Bermúdez acceder a una alcaldía que -en numero de votos ciudadanos- no había ganado. Fue una negociación a cara de perro, que hacía presagiar una dura convivencia en el grupo municipal y la permanente tentación de trabar acuerdos parciales con el PP. Sin embargo, no ocurrió así. Las relaciones de Pérez con Bermúdez han sido siempre correctas, y el socialista asumió su papel de vicealcalde sin excesos de protagonismo y con lealtad institucional.

Más allá de las explicaciones aportadas ayer en rueda de prensa sobre la necesidad de atender cuestiones profesionales, el abandono por parte de Pérez del Ayuntamiento, en el que lo acompaña la concejala Mónica Molina, parece estar también relacionado con la falta de respuesta de su partido ante las acusaciones del abogado Felipe Campos, que ha pretendido implicar al bufete de Julio Pérez en el caso Las Teresitas, y cocretamente con el pago de cantidades a personas y empresas en la operación de compraventa del frente de playa. En el bufete de Pérez, uno de los más conocidos de la capital tinerfeña, trabaja como abogada la concejala Mónica Molina, profesora de La Laguna.

En Canarias no se conjuga demasiado frecuentemente el verbo dimitir. Aquí el personal es capaz de pasarse años amarrado a un cargo a la espera de una sentencia firme: no es el caso de Julio Pérez, que -diga Campos lo que diga- jamás se ha visto implicado –en ningún sentido- en el caso de Las Teresitas. Cuestionar su honorabilidad como político por una supuesta intervención de su bufete en la operación inmobiliaria, carente de cualquier connotación de ilegalidad, se me antoja otra de las villanías a las que esta sociedad se está acostumbrando con demasiada frecuencia. Aunque sólo fuera por eso, y sin entrar a valorar las posibles incompatibilidades de su trabajo como abogado con su actuación como político, o la necesidad de volver a ocuparse de su despacho, del que Pérez se desvinculó al recoger el acta de concejal, la decisión de dimitir lo honra. La forma que ha elegido para hacerlo, sin señalar ni culpar a nadie de su decisión, demuestra que otra forma de hacer política es posible. Tambien aquí.