Cuando Esperanza Aguirre o Julio Pérez sorprendieron al público hace días anunciando que abandonaban la política cada cual se hizo su mapa mental de la noticia e imaginó mil motivos que pudo haberles llevado a tomar tal decisión.
Ignoro si las personas que te pongo como ejemplo han dispuesto de un coach que les ha ayudado a discernir qué hacer (lo más probable es que sea así) pero lo que sí sé es que el procedimiento es igual para un político, un peón o un astronauta: sopesar pros y contras según los valores de cada uno.
A la expresidenta de Madrid Aguirre, por ejemplo, la experiencia de la enfermedad le sirvió para reencuadrar las realidades significativas de su vida y tomar conciencia de que su familia está antes que su trabajo.
Nuestras decisiones y, por tanto, nuestro comportamiento lo determina el orden que damos a los valores en nuestra propia escala, si bien un proceso de coaching puede ayudar a darnos cuenta de cómo hemos organizado dicha escala, que la mayor parte de las veces funciona inconscientemente.
Te propongo un ejercicio: supón que vas a lavar los platos. ¿Qué haría que postergaras dicha tarea? A pesar de eso, decides que lavarlos es aún más importante.
¿Por qué? Vuelve a imaginar algo que te obligue a dejar los platos para otro momento, ¿qué sería? Y si a pesar de todo lavar los platos fuese más prioritario, ¿por qué podría ser?
Puedes seguir “jugando” a esto un rato más: cada motivación que te haga fregar o postergar la tarea esconde un valor que se ordena según la importancia que le das en tu escala de valores.
La prueba definitiva, en fin, es más sencilla: observa a qué dedicas tu tiempo y tu dinero y eso te dará una pista de lo que es realmente significativo para ti.