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Hojarasca y otoño > Juan Carlos García

Primer viernes de otoño y la hojarasca invade todo el acontecer. En unos casos como hojas caídas de los árboles que cubren el suelo.

En otros, como frondosidad de algunos arbustos que proveen de sombra permanente a ciertos sectores. O bien como elemento superficial, insustancial e inútil de una determinada actividad.

El devenir isleño se antoja colmado de hojarasca junto a árboles que seguirán desprendiendo sus hojas, perennes o caducas. Junto a arbustos cuya frondosidad impedirá atisbar la realidad de la calle. Colmado de proyectos espesos e inabordables.
Esta semana, rebosante de noticias de calado, llega a un viernes tras confluir ayer diversos acontecimientos en los que se esperaba la ausencia total de hojarasca.

Sin embargo, un porcentaje cada vez más alto de la sociedad observa cómo su margen de actuación diaria se estrecha.
Cree quebrada su confianza en las instituciones y ve en el otoño el avance de una dura estación de invierno.
La incertidumbre alcanza cotas de tal magnitud en la sociedad que la cifra de aquellos que dudan de que puedan comerse las uvas se multiplica por momentos.

Si no se barre la hojarasca esparcida, el jardín ofrecerá un aspecto abandonado. Si no se elimina la hojarasca junto a la ventana, apenas se verá la calle. Si no se prescinde de la hojarasca en las promesas, el discurso será vago e improductivo.
Septiembre, un mes de transición, se despide este fin de semana y asoma desde el alféizar del domingo el precipicio de octubre.

El fondo, con toda probabilidad, tapizado de hojarasca, amortiguará la caída.