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Optimismo > Jorge Bethencourt

La historia tiene sutilezas ocultas que uno debería conocer. Por ejemplo, cuando al capitán del Titanic, Edward John Smith, le indicaron que el barco se estaba hundiendo irremisiblemente (cuestión que se advertía porque el agua les llegaba por los tobillos en el puente de mando) el tipo aseguró con flema británica: “La cosa no puede estar tan mal porque aún escucho a la orquesta”. Cuando a Felipe II le contaron que la empresa de la Grande y Felicísima Armada, que es el nombre cursi que le puso el colega a la Armada Invencible, había terminado en desastre, con casi todos los barcos hundidos, el sereno rey sentenció: “Pero hemos demostrado nuestra capacidad para producir barcos de guerra. Es un buen síntoma”. Y otra visión más allá de lo inmediato, esa visión que sólo tienen los grandes hombres, fue la del mítico boxeador Jess Willard, que en 1919 recibió la que se considera la mayor paliza de la historia encima del ring. Después de que Jack Dempsey le rompiera la mandíbula, el pómulo y varias costillas y tras perder algunos dientes, le dijo en un descanso a su entrenador: “Lo estoy cansando, lo estoy cansando… ¿Tú como lo ves? A lo que el preparador le respondió, animándolo: “Ya es tuyo. Si lo matas, es combate nulo”.

De estas fuentes de optimismo ha bebido sin duda nuestro presidente, Paulino Rivero. Tras leerse un informe del Consejo Económico y Social de Canarias (un órgano consultivo de la Comunidad Autónoma que viene a ser como la vesícula biliar en un ser humano: tiene sus funciones, pero si la extirpas sigues viviendo sin ningún problema) sobre la situación de las islas, ha dicho que “Canarias avanza hacia una diversificación real económica”. Descartando que el humo de los incendios veraniegos haya causado estragos irreversibles en las meninges del excelentísimo señor presidente, hay que achacar el titular al inquebrantable optimismo de Rivero o a las secuelas siempre imprevisibles de algún pirriaca nacional que, por razones de ideario político, el presidente haya tenido que meterse entre pecho y espalda en alguna romería.

Porque para decir que “avanza” un país que supera los 300.000 parados, donde cierran comercios, se ven carteles de se vende y se alquila, aumenta la demanda en los comedores sociales, se ejecutan más y más hipotecas y se percibe entre la gente una creciente desesperación, hay que estar sentado mirando en dirección contraria.

O es eso o es que desde Presidencia tienen la misma visión del presente que un gato de escayola por el agujero situado junto al rabo.