Después del paréntesis >

Reformas > Domingo-Luis Hernández

El gobierno decidió el pasado viernes la que se tiene por la mayor reforma financiera de la democracia. Que para bien sea y la última, por ahora. Menos mal que decidió eso y no un nuevo susto, me dijo un funcionario de hacienda que portaba una camiseta negra con un lema sobre escrito que decía estar de luto por el desarme del sector público, aparte de los recortes. La cuestión es que este gobierno encarna al verdadero doble, un doble mejor trenzado que los de Dostoievski. Así, el gusto parece acompañar a los ministros, con el Presidente a la cabeza, cuando se trata de menospreciar y de retirar dividendos del sueldo a los funcionarios, a otros trabajadores próximos, tarjetas sanitarias a los “sin papeles” y demás medidas menesterosas. La opuesta cara de la moneda nos lleva a dilucidar sobre si en verdad actúa como debe actuar por iniciativa propia o sigue órdenes de Europa. ¿Alguien apuesta por lo primero? Luego, la pregunta: ¿lo hace con sumo gusto o es que no les queda otro remedio, dado que Bruselas, al inyectar dinero, impone? Como el funcionario de hacienda, uno no sólo duda del gobernar del gobierno sino que confirma lo peor. Es decir, por un lado, comenzamos a sopesar la “desobediencia civil” dada la eficacia y el buen tino de los que se reúnen en Moncloa; por otro, pamplinas para aquí, con el pecho hacia arriba, que los malos son otros y nosotros buenos, mientras hacia el más allá de la línea de los Pirineos, genuflexiones. No es extraño, pues, que nos arrimemos como parásitos a lo siguiente: ya que el gobierno de España tiene aseguradas las cosas de ese modo, por qué el resto no ha de dividir el mundo en dos mitades para actuar de igual modo. Pongamos, por ejemplo, parar las actividades que llevamos a término los martirizados por la inquina. Así, sin servicios mínimos, invitaríamos a que ellos solucionen el trabajo administrativo, los servicios de seguridad, de enseñanza, de medicina… Ellos son los competentes, no los bergantes e ineptos a quienes les pagan. ¿Qué el país se parará? ¡Quién nos lo iba a decir, con la que nos cae!

Paremos en seco, entonces. Bruselas ha tomado el toro por los cuernos. Por eso será inevitable liquidar entidades y no aportar dinero sin contrapartidas para paliar el desastre de los sublimes y abnegados dignatarios, siempre arrimados al poder cuando les caen granizos como piedras. Eso hacen con Bankia: 4.500 millones de dinero público al saco por adelantado. ¿Justificarán también excepciones en el sueldo de los nuevos administradores?

Además se aprobó la intervención de bancos y cajas aunque no lo crean conveniente quienes los gobiernan desde sus consejos. Y finalmente el banco malo, para que se aclare el desastre inmobiliario que propiciaron los que lo propiciaron y que cuenta con valores que ni por asomo. 15 años para recuperar el dinero del Estado invertido ahí. ¿Todo, y no es mucho tiempo?

Lo que Bruselas impone al gobierno que actúa, mejor dicho, está obligado a actuar, es hacer razonable lo que no estaban dispuestos a considerar. Los 4.500 millones de Bankia (que serán 25.000, a expensas de la gestión del Santander, del BBVA)…, frente a la desmesura que supone 400 para salvar miles de trabajos de las minas y sus alrededores, o actuar con solvencia en la enseñanza pública frente a la derrama de dividendos para la enseñanza privada, aunque el gobierno defienda feudos confesionales o anticonstitucionales, como proclama el Opus Dei con alaridos sexistas y discriminatorios.

Al punto, pues, los datos. Uno: el déficit del Estado está por los 48,517 puntos, o lo que es lo mismo el 4,62 % del Producto Interior Bruto. 12 décimas por encima de lo exigido por Europa. ¿En los cinco meses que restan para terminar el año bajará ese déficit? ¿Quién apuesta? Otro: la salida de capitales de España, por la confianza de los inversores, llega a los 219. 817 millones entre mayo y junio… De donde, los que sabían arreglar el entuerto de los socialistas de España andan de rebajas con Europa como las comadrejas tras las presas de los leones. Y rescate al canto, no vaya a ser que el precio de la deuda sea impagable y que el futuro del país que ellos iban a organizar se parezca a los agujeros negros.

Y ahí te quiero ver. Financial Times ha sido expeditivo. Una, crisis con la estima de “recentralizar el Estado”; dos, los profesores Luis Garicano y Jesús Fernández Villaverde (nada sospechosos de izquierdismo económico, más bien al contrario) fueron contundentes: sin plan claro, no hay futuro. No hay plan, más bien la maniobra disidente de un Presidente al que hasta ahora le ha venido bien callar, callar y disimular.

Pero se agota la cuerda y como Alemania puede caer en recepción, Merkel visita acompañada. Luego, esperanza queda, con dictado de soluciones: apretar más el cinturón y si sale demasiado la lengua por la cavidad bucal, con Bayer hay mejora. Ni más vela que la que arde ni otra puerta en la que recaudar, a no ser que se arrimen a más recortes, Grecia atruene por estas calles y la guerra civil sea asimismo inevitable. ¿Le meterá mano el gobierno al fraude fiscal, subirá la imposición a las grandes empresas, o el gran Montoro repetirá eso de que como otros no pagan los que pagamos hemos de pagar el doble por el bien de la patria?

Se intuye un repaso primoroso de la historia, Rajoy de vacaciones por tiempo indefinido. ¿Cómo se comerá la derecha de España ese potaje, cuando comienzan a salirle quistes como luceros y ni siquiera los economistas que los alentaron andan ya entre sus filas, dado el desastre?

El mundo es paradójico, cierto; e indigerible cuando la lógica no tiene lógica y lo razonable se da la vuelta sobre sí mismo como los peces que se muerden la cola.