Miradas encontradas es el título de una colección de exposiciones con la que el museo Thyssen-Bornemisza quiere conmemorar el veinte aniversario de la colección en Madrid.
Rostros y manos es el título de una de esas exposiciones, que pretende llamar la atención del espectador sobre la representación del sujeto en dos momentos diferentes de la pintura germánica: el Renacimiento y el siglo XX.
En la diversidad de maestros como Durero, Lucas Cranach, Otto Dix o Max Beckman, podemos apreciar el mismo interés, la misma pulsión por representar al sujeto como un todo, como una entidad creíble, armonizada y en la que no tiene cabida la falsedad.
Es por ello que maestros tan diversos son yuxtapuestos para mostrarnos la diversidad de sus miradas y lo común en lo diverso. Es decir: el interés que todos ellos tienen en mostrar la autenticidad de la persona.
El arte del retrato ha pasado por muchos momentos, desde la Edad Antigua hasta la Moderna. En los primeros momentos, el retrato estaba muy unido a escenas religiosas, mientras que, con las transformaciones sociales en la Europa del siglo XIX y comienzos del XX, el retrato civil se consagra como forma de representar a la persona por excelencia.
Los hombres y mujeres de la modernidad se separan de Dios y de un saber ajeno a ellos mismos para hacer recaer en la dialéctica el principio fundamental de la ciencia.
La verdad es una realidad dialogal de cosas, ideas y sujetos, un continuo que muestre su diversidad atendiendo a un principio de credibilidad.
Por ello, los organizadores del museo han querido yuxtaponer estilos y momentos históricos diferentes, para mostrar la narrativa común que une las cosas diversas.
Las perspectivas o conocimientos parciales deben intentar buscar la universalidad, la complementariedad de miradas. Las manos de un personaje no puede mostrar contradicción con su mirada. Las afirmaciones de un postulado científico no pueden contradecir otro que previamente hemos aceptado como válido.
El conocimiento es hermenéutica e interpretación, y siempre es acumulativo, y podemos decidir que lo que creíamos como verdadero ya no lo es, pero debemos mostrarlo y cambiar de paradigma si fuese necesario.
Esto no es relativismo, ni mucho menos, sino aprendizaje.
Es entender que las miradas parciales, los particularismos, son una mirada particular sobre lo universal.Esto constituye un rasgo de modernidad.
Aprender con los clásicos cómo se enfrentaron a los problemas es más esencial aún que resolver esos mismos problemas.
Mirar para aprender como otros miran es una gran escuela. Que las miradas coincidan no es relevante.
Lo relevante es seguir caminado juntos buscando esas respuestas.