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Una testigo dice que Torres Baena fijaba “en cuadrantes” las parejas sexuales

EFE | Las Palmas

Una testigo rescatada por la acusación particular en el caso kárate, después de que renunciaran a ella tres abogados de la defensa que la habían propuesto, ha dicho hoy que el principal acusado, Fernando Torres Baena, fijaba por escrito en “cuadrantes” las parejas sexuales que debían formar los alumnos.

Así lo ha asegurado esta testigo, identificada con el número 71, que llegó a ser monitora en el gimnasio de Torres Baena, donde comenzó a entrenar como alumna a los 15 años, edad en la que tuvo la primera relación sexual con su “maestro”.

En ese gimnasio fue también donde conoció a otro de los acusados en la causa, el también monitor Juan Luis Benítez, del que fue novia “del gimnasio para afuera” entre los 15 y los 18 años, aunque, como ella quería, no pareja exclusiva de él, que le contaba con quién más se acostaba.

Torres Baena no aprobaba que esta testigo fuera novia de Benítez, una pretensión que consideraba “egoísta” por su parte, de ahí que le instara a “compartir las relaciones” sexuales, según ha dicho hoy en la vista oral del juicio.

La testigo 71 ha reconocido ante el tribunal de la sección sexta de la Audiencia de Las Palmas que ella formaba parte del grupo de “elegidos” de Torres Baena, quien les decía que el sexo era algo tan “normal como ir al cine o cualquier otra cosa que se hacía con amigos”.

Así, ha afirmado que el principal acusado en este caso “distribuía por escrito, y en cuadrantes” las parejas sexuales que debían formarse entre alumnos y entre ellos y monitores de su gimnasio, como las otras dos acusadas, María José González e Ivonne González, a la que la Audiencia revocó el pasado jueves la prisión preventiva que pesaba sobre ella desde 2010.

“Él decía en qué habitación tocaba y quién iba primero y quién iba después”, ha asegurado la testigo al referirse a las prácticas sexuales que tenían lugar en el chalé de Torres Baena situado en la Playa de Vargas, en el sureste de Gran Canaria.

Preguntada por la defensa del principal acusado por el consentimiento que dio a las prácticas sexuales que realizó desde los 15 años con Torres Baena, las otras dos acusadas y otros compañeros del gimnasio, la testigo ha manifestado que para los alumnos “Fernando era la hostia, un ídolo, y todo lo que decía iba a misa”, de ahí que creyeran que el sexo “era por su bien”, como les decía el karateca.

Torres Baena concienciaba a sus alumnos de lo “privilegiados” que eran y de que “no todo el mundo estaba capacitado para pertenecer a ese grupo de elegidos y entender la filosofía de vida” que él inculcaba.

Por eso, esta testigo no creyó nunca que Torres Baena se “aprovechara” de sus alumnos cuando les indicaba las parejas o tríos sexuales que debían formar, sino que estaba convencida de que “se trataba de amor”.

Tal era así, que, entre sollozos, ha afirmado hoy que ni siquiera se planteó impedir que su hermano menor comenzara a ir al gimnasio de Torres Baena, lo que ocurrió cuando ella dejó de acudir al chalé de Vargas, donde tenían lugar las prácticas sexuales, y que también fuera alumno el testigo 22, un sobrino suyo que por entonces tenía unos siete años.

Esta testigo ha afirmado que el principal acusado, Fernando Torres Baena, confesó un día que si se descubría su “filosofía de vida” y lo que ocurría en el gimnasio y el chalet de Vargas, se iría a África y montaría allí “todo igual”, “porque nadie le iba a entender”.

La chica, que desde abril de 2010 precisa de ayuda psicológica por las secuelas que le han dejado los hechos que ha vivido, ha insistido hoy en que “no le gustan las chicas” y que, pese a ello, participó en dos ocasiones en relaciones sexuales múltiples en las que intervinieron María José González, Ivonne González y Juan Luis Benítez, de quien se enamoró posteriormente.

La testigo número 71 progresó “muy rápido” en el gimnasio de Torres Baena, donde llegó a ser monitora entre 1997 y diciembre de 2009, cuando lo dejó.

Tras acabar su relación con el acusado Juan Luis Benítez, la chica inició otra con el testigo 183, al que conoció en un campeonato universitario nacional. Según ha afirmado hoy, fue entonces cuando comenzó a tener “vida social” fuera del entorno del gimnasio de Torres Baena y cuando se percató de que “la vida que había conocido” allí “no tenía nada que ver” con el nuevo ciclo que comenzaba.

Esta testigo que, tras abandonar el gimnasio de Torres Baena constituyó un club de kárate junto a los testigos 70, 28 y 73 de esta causa, ha dicho hoy que “ojalá no hubiera denunciado” unos hechos que no quiere volver a contar y que le han causado mucho dolor en los dos últimos años.