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Los vigilantes usaban elementos de contención psiquiátrica y grilletes

JUICIO MUERTE DE PHILIPP GARCÍA
Algunos de los acusados, durante la sesión de ayer, celebrada en el Palacio de Justicia tinerfeño. / S. MÉNDEZ

JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

El juicio por el fallecimiento en el centro de menores Nivaria del joven Philipp García Zoch el 12 de noviembre de 2004, está poniendo en entredicho todo el sistema de gestión y control de las medidas judiciales para adolescentes con problemas que tenía entonces la Comunidad Autónoma. De hecho, durante la tercera sesión de la vista oral, que se celebra en el Palacio de Justicia de la capital tinerfeña, tanto un antiguo educador del centro como una exjefa de servicio de la Dirección General del Menor reconocieron que en algunas de estas instalaciones “se usaban grilletes” y otros “elementos de contención psiquiátrica”, como camisas de fuerza y correas.

Así incluso quedó recogido en varios informes y partes de incidencias emitidos por distintos trabajadores de Nivaria, que aseguraron que la dirección del centro estaba “al corriente” e incluso “llegó a autorizar el uso de los mismos” para contener a algunos chicos -entre ellos el propio Philipp- “cuando se ponían muy nerviosos, para evitar que se hicieran daño”. En este sentido, según declaró un educador, la noche de la muerte de Philipp varias personas de seguridad que no estaban de servicio entraron en el recinto, a pesar de que no había motivos para ello. Una versión que corroboró la exjefa de servicio de ejecución de medidas judiciales de la Dirección General del Menor, quien explicó que los directores de los centros “estaban facultados” para modificar un tipo de medida sin comunicarlo antes a su departamento.

La sucesión de irregularidades que se cometieron en Nivaria en aquella época, en cualquier caso, no se quedó ahí. La inspectora jefe del Grupo de Seguridad Privada de la Policía Nacional, Piedad Lózar, aseguró que más del 70% del personal de seguridad del centro de menores “no tenía la capacitación profesional necesaria”, motivo por el cual se inició un trámite sancionador a la empresa concesionaria. “La mayor parte de los vigilantes estaban ejerciendo sin tener formación ni titulación”, recalcó Lózar, que dijo desconocer si hubo sanción o una resolución en firme sobre aquel expediente.

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“No tenía riesgo de suicidio”

Francisco Gabriel Sánchez García fue el psiquiatra que trató a Philipp García Zoch desde los 8 a los 16 años. En su declaración ante el juez, el facultativo dejó claro que el joven fallecido “no presentaba conductas autolesivas ni tenía riesgo de suicidio”. Según explicó el doctor Sánchez, desde pequeño tenía trastornos comportamentales que requerían una “intervención multidisciplinar”, algo que era “muy complejo”. “Su institucionalización fue un fracaso”, recalcó el psiquiatra del Hospital Universitario de Canarias, que aseguró que la estancia de Philipp en los centros de La Rioja y Málaga “le sentó mal”. “Mi relación con él tuvo interrupciones que no ayudaron a su tratamiento, y tampoco hubo demasiada coordinación con los psicólogos y educadores que lo trataron”, espetó Francisco Sánchez, que recordó que el chico se comportaba con él de manera “caballerosa” y “afectiva”. En algunas ocasiones, relató el psiquiatra, Philipp presentaba señales de golpes, arañazos y moratones, que él atribuía al día a día del centro. “Me dijo que ofrecer determinada información sobre lo que ocurría allí dentro le podía perjudicar”, arguyó el doctor Sánchez García, que destacó la conducta “ejemplar” y el interés que siempre mostraron los padres del fallecido.

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