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Al pan, pan, y al vino, vino – Por Antonio Alarcó

Las elecciones gallegas del pasado domingo han arrojado un resultado que debería hacer pensar, y mucho, no solo a Rubalcaba, sino a todos los afiliados y simpatizantes del PSOE. Mientras el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, extraordinario líder que supo aplicar las políticas de austeridad y contención del gasto que requieren los tiempos, ampliaba su respaldo ciudadano, el candidato socialista recibía un severo correctivo en las urnas.

Se trata de la constatación del sentir mayoritario de la ciudadanía, que ha asumido como propio el mensaje de responsabilidad y el ánimo reformista del Partido Popular, y no ve alternativa alguna en quienes dirigen el PSOE.

El presidente de esta facción de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, debería entender que sus mensajes catastrofistas no han calado.

Parece olvidar que la actual situación, aunque no nos guste mirar por el retrovisor, proviene de la desastrosa gestión de la crisis que hizo el anterior Gobierno de España, del que él formaba parte, y que ahora otros hemos de enderezar.

Mariano Rajoy, que ha asumido el timón de esa nave llamada España, comienza a enderezar nuestro rumbo a base de esfuerzo y tesón. A pesar de las dificultades, ha quedado claro que los votantes premian a quienes hacen lo que tienen que hacer.
Aunque la crisis sigue causando estragos, y uno de cada cinco ciudadanos residentes en España se encuentra bajo el umbral de la pobreza, los españoles estamos por la sensatez, por la austeridad y por que salgamos de esta, aunque el camino no sea fácil.

En esta línea, los Presupuestos Generales del Estado, que superaban esta semana un nuevo trámite en Las Cortes, participan de esa concepción de la política, y tienen como finalidad reducir el déficit en el 4,5% del conjunto de las administraciones públicas y garantizar la financiación de la Seguridad Social.

El 63 por ciento del gasto se destina a políticas sociales y se revalorizan las pensiones, con un incremento en el gasto en becas y en I+D+i+d, pero eso parece no satisfacer a Rubalcaba, como tampoco a los diputados de Coalición Canaria, que siguen abochornándonos con sus quejidos y su bronca continuada.

Siguen sin asumir que no representan ni a un 5% de los canarios, y que esta tierra no es, ni será nacionalista, pero están embarcados en una estrategia de enfrentamiento que no hace más que mostrarles como un partido débil y desunido, que lucha más por salvar su cara que por el bien común.

De hecho, esta semana hemos asistido a una nueva sesión de exabruptos del presidente regional, Paulino Rivero, en una rueda de prensa tan irresponsable como inoportuna, que sigue creyéndose dueño de las siete Islas, y hablando en nombre de más de dos millones de canarios que no pensamos como él.

Ha vuelto a amenazar con una reducción del empleo público y de los servicios esenciales, acusando al Estado, más aun, al Partido Popular, de maltrato a las Islas.

De nuevo pone la pelota en el tejado ajeno, intentando aplazar el inevitable ajuste de la Administración pública, y el trabajo conjunto con el Gobierno de España.

CC no debería quejarse tanto, cuando las Islas han recibido más de 756 millones de euros del Fondo de Liquidez Autonómico y 650 millones del Fondo de Pago a Proveedores, y se nos ha autorizado una ampliación de los plazos de devolución de las liquidaciones negativas de los Presupuestos de 2008 a 2010.

Estas políticas estatales están salvando la cara a Rivero, sostenido por una reducida parte de CC y PSOE, cuyos desaciertos están literalmente arruinando a Canarias.

Al pan, pan, y al vino, vino: Rubalcaba y él son ejemplos de políticos a la deriva, amortizados y carentes de toda credibilidad. Sería conveniente que asumieran que no tienen el apoyo ni de sus partidos ni de la ciudadanía, y abandonaran cuanto antes sus puestos.

Sería lo mejor para todos. Para Canarias y para España.

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