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Democracia representativa y directa> Por Jaime Rodríguez-Arana*

La profunda crisis que atraviesa la forma en que nuestros políticos entienden últimamente la democracia representativa conduce, de una u otra manera, a que la indignación reinante reclame democracia real, auténtica, genuina, directa. Una de las causas de la crisis en que se encuentra el sistema político reside en que el pueblo empieza a percibir que su protagonismo ha sido suplantado, de una u otra manera, por los dirigentes. Un colectivo, que con honrosas excepciones, se creyó titular del poder para manejarlo como le venía en gana, llegando a cotas de despilfarro sin precedentes.

Efectivamente, la escasa relación que existe en general entre el pueblo y sus representantes, justifica que la petición de democracia real se sustancie por el camino de las fórmulas de democracia directa más conocidas: referendos, iniciativas populares y consultas. Si las Cortes Generales y las Asambleas Legislativas autonómicas hubieran propiciado y fomentado esquemas institucionales de vinculación entre elegidos y electores probablemente el distanciamiento y desafección dominante no hubiera alcanzado la dimensión del presente. Por el contrario, la ausencia de reformas en la materia nos conduce inexorablemente a un sistema de listas abiertas y a que la ciudadanía reclame una mayor participación en los asuntos de interés general. Si no caminamos en esta dirección, el partido de la abstención empezará a tener mayoría absoluta en los próximos comicios. De ahí a la deslegitimación del sistema no hay más que un paso.

En efecto, la condición de convidado de piedra que caracteriza la posición del pueblo soberano no es de recibo. La necesidad de que el pueblo opine, al menos en los asuntos de mayor enjundia, es cada vez más urgente. No puede ser, de ninguna manera, que se tomen decisiones que afectan seriamente a las condiciones de vida de los ciudadanos sin consulta previa, sin conocer la opinión ciudadana. La democracia representativa debe ser renovada. Las listas abiertas deben abrirse camino con fuerza. No es que los referendos, consultas o iniciativas populares sustituyan totalmente al sistema representativo. Deben tener su espacio de forma equilibrada. Que no haya sido así se debe al profundo aislamiento de las cúpulas partidarias que prefieren su reinado y primado, casi absoluto, al de la ciudadanía, al de quien es el verdadero soberano. El dueño y señor.

*CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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