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Gabinete (psicológico) de crisis

Fernán Bravo CSIF-Tenerife
Fernán Bravo, psicólogo y secretario de Organización de CSI.F-Tenerife. / DA

DOMINGO NEGRÍN MORENO | Santa Cruz de Tenerife

La precariedad laboral y el desempleo hacen mella en el estado emocional de los trabajadores. Esta constatación ha llevado a la unión provincial de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSI.F) a crear un gabinete psicológico, que ofrece atención primaria a sus afiliados.

“En las últimas décadas, y de manera acentuada con la crisis económica, se ha privilegiado la gestión económica y financiera sobre las políticas laborales en el seno de las empresas, incluso a nivel legislativo con la reforma laboral”, explica el psicólogo Fernán Bravo. El flamante secretario de Organización de CSI.F en Tenerife asevera que la inseguridad engendra “trabajadores que tienen miedo a perder su trabajo y que se vuelven sumisos, pasivos ante las injusticias y resignados ante la presión o el empeoramiento de las condiciones”.

El aumento de la jornada laboral sin retribuciones, la ejecución de tareas extraordinarias que no se corresponden con el contrato o la categoría y la exposición a riesgos para la salud son algunos de los detonantes más frecuentes, detalla el experto.

Tanto en el servicio jurídico como en el psicológico, han aumentado significativamente los casos de acoso laboral (moobing) y de trabajadores que padecen el síndrome del quemado (burn out). Bravo recuerda la cadena de suicidios -alrededor de cincuenta- en una gran empresa de telecomunicaciones francesa. “Eso ocurrió en una gran corporación, que puede permitirse disponer de psicólogos y equipos de recursos humanos que diseñen políticas de motivación más humanas que la simple presión o el trabajo por objetivos alcanzados”.

Desde el punto de vista de Fernán Bravo, “al clima general, entre trabajadores, jefes y empresarios, de miedo por la crisis, contribuimos todos”. A su juicio, “el miedo ejerce un impacto psicológico negativo sobre todos los que tienen que ver con la cadena productiva”. Esta amenaza sobre la seguridad “conlleva que el individuo se sienta vulnerable, lo que se concreta en un estado de alerta constante, preocupación y pensamientos negativos”. Se trata, básicamente, de la “inseguridad en torno al sostenimiento económico de la familia, al pago de la hipoteca o los gastos de la empresa”.

El sindicalista consultado no duda en afirmar que los efectos llegan a ser “devastadores”, con personas que desarrollan “trastornos de ansiedad, del ánimo u otras patologías no menos graves”. Tanto es así que la desesperación, el nerviosismo, el pánico, la rabia, la alteración del sueño, la pérdida de memoria, la falta de concentración, la disminución de las capacidades cognitivas, la hostilidad hacia los compañeros, los subordinados, los jefes o los clientes se reflejan en la vida psicológica del asalariado en cuestión. Aún hay más. “Si la depresión, el estrés y la ansiedad perduran”, apunta Fernán Bravo, “habrá consecuencias serias para la salud física”. Entre las previsibles afecciones, menciona los cambios hormonales, la fatiga, la hipertensión y la quiebra del sistema inmunológico.

Esta perturbación incide en las relaciones familiares y sociales. Se traduce, asimismo, en una “clara y rotunda merma en su rendimiento y productividad, en la calidad de las tareas que desempeña y en el aumento de los accidentes laborales”. En estas circunstancias, el psicólogo traslada a empresarios y políticos el mensaje de que, a la larga, estas estrategias de recursos humanos pensadas para abaratar los costes “repercutirán severamente en los resultados económicos, en un mayor gasto y en una evitable utilización de los fondos de los sistemas nacionales y autonómicos de salud, a causa del aumento de las bajas y de los accidentes laborales. Bravo quiere hacer ver a los organismos públicos y privados que la vulnerabilidad laboral se está convirtiendo en un problema de salud pública.

“El empleo/desempleo marca la línea de la inclusión/exclusión social, no solo por su aspecto económico, sino porque el trabajo organiza la vida del individuo”, argumenta. De ahí que el deterioro de la calidad del empleo ofertado derive en enfermedad.

Para intentar revertir este fenómeno, CSI.F “se involucra a lo grande y trabaja en lo pequeño”. Fernán Bravo admite que los sindicatos tienen mala prensa. “Seguro que merecida en algunos casos, aunque en otros es por desconocimiento de las tareas que realizamos”, comenta el mismo especialista.

“Nuestra razón de ser es la defensa de los trabajadores para compensar su vulnerabilidad, aunque reconocemos que el pequeño empresario es igualmente víctima de toda esta situación, pues su propia subsistencia está en juego. En su mayor parte ha establecido vínculos con los trabajadores y a su preocupación personal se une la de ser el responsable del mantenimiento de los puestos. Están sometidos a similares riesgos y muestran algunos de los síntomas y patologías que los trabajadores”.

CAPITAL HUMANO

Aparte de las acciones propias de un sindicato (denuncia, negociación colectiva, protección jurídica, manifestaciones, huelgas…), CSI.F “se empeña en la misión de hacer comprender que el valor económico no es el único”. Fernán Bravo destaca que el trabajador es “un capital de la empresa que hay que cuidar y al que hay que favorecer, y no es un gasto”. Por ello, apostilla Bravo, “apelamos a políticos y empresarios para que conozcan otra realidad más allá de las palabras y de las estadísticas”.

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“La motivación rinde más que la presión”

La rentabilidad que se gana con el relajamiento de las condiciones laborales se dilapida con los trastornos psicológicos y de salud física que ocasiona esta práctica empresarial. “La desmotivación se reflejará en un mayor gasto económico por culpa de la disminución de la productividad de un trabajador que cometerá más errores”, advierte Fernán Bravo. A eso se une “un mayor esfuerzo para la Administración pública por la enfermedad laboral y la contribución del sistema de salud”.

Para evitar ese doble daño, CSI.F ha entablado contactos periódicos con empresarios y políticos, además de “concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de un trabajo seguro y de calidad como vía para mejorar los resultados económicos de las empresas”.

Es una realidad, expone el psicólogo, que un trabajador motivado rinde más que uno presionado o enfermo. “El incentivo puede ser el dinero, pero también el reconocimiento de las cualidades individuales y el ambiente. Depende de cada persona”.

A diario, cuenta el secretario de Organización de CSI.F en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, “nuestros delegados, abogados, militantes y simpatizantes ayudan a otros compañeros, bien desde la defensa jurídica o desde el ámbito de la información”.

La inseguridad concibe “individuos estresados, tristes, cansados, nerviosos, deprimidos, que comprometen su salud con tal de no perder su puesto de trabajo o porque no les caben más opciones”. Estas personas “se sienten desamparadas, porque han perdido la confianza en que el sistema genere empleo o las proteja”. En definitiva, recelan del Estado como garante de su bienestar. “Así llegan a la consulta: desvitalizados, ansiosos y desconfiados. La simple prescripción de fármacos aplaca la ansiedad o la depresión, aunque no impulsa cambios en la percepción de las patologías. Lo que necesitan es ser escuchados, apoyados, respaldados, saber que hay alguien a su lado. Cuando son conscientes de que lo que les pasa no solo les ocurre a ellos, sino que es un mal vinculado a la estructura y a los usos de la empresa, o a individuos coercitivos, y no a sus propia personalidad, descubren que su sufrimiento encuentra un remedio en su manera de afrontar el conflicto”. Después, tras evaluar la sintomatología, el gabinete psicológico de CSI.F observa si el paciente está en riesgo de desarrollar un trastorno. Entonces, lo manda a su médico o le recomienda una terapia.

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