a babor > Francisco Pomares

Pésima noticia > Francisco Pomares

No me gustaría estar en el pellejo de Miguel Concepción estos días: Fomento manda el expediente por fraude a los juzgados, la financiera le precinta los aviones, los pilotos fuerzan una huelga por la vía de ponerse todos de baja al mismo tiempo y los empleados plantean sus demandas considerando que el impago reiterado durante varios meses -llevan desde julio sin cobrar- supone ya de hecho la interrupción del contrato.

Todo indica que estamos viviendo el final de Islas Airways, por más que desde la compañía insistan en una versión inútilmente edulcorada y gaseosa de lo que les está ocurriendo. El verdadero diagnóstico lo han hecho los pasajeros, que en las últimas semanas desertan de las colas de facturación.

Y es que la crisis no perdona: las posibilidades de Miguel Concepción de sacar de la chistera del paulinato alguna ayuda milagrosa para su compañía aérea son hoy perfectamente nulas. Durante años Concepción logró extraordinarios contratos de obra pública o licencias de televisión digital y radio a cambio de acudir al rescate de lo que Rivero le pedía. Era una relación de toma y daca, denunciada en más de una ocasión por los empresarios afectados.

Pero cada régimen quiere tener su propio tinglado empresarial, y Rivero creyó que con Concepción podía desmontar las tradicionales relaciones empresariales de ATI, y dar cabida en el juego a los suyos. Fue Rivero quien metió a Concepción en el embrollo de Islas Airways, y también quien lo convenció de que se hiciera cargo del Club Deportivo Tenerife en momentos de extrema dificultad. Le prometió el oro y el moro, y cumplió en lo que pudo y mientras pudo.

Pero el chollo se acabó: el Gobierno va ahora tan pillado que no se puede auxiliar ni a los muy muy amigos. Concepción se queja amargamente de las promesas incumplidas y entre los suyos responsabiliza al Gobierno de la situación de Islas. No le va a servir de mucho. Lo más probable es que en las próximas fechas los sueños aeronáuticos de Miguel Concepción y Paulino Rivero tomen tierra para siempre. Nadie debería alegrarse de que ocurra así: de hecho, es un drama que Islas desaparezca.

Al margen de que el proyecto de hacerle la competencia a Binter nazca de la mano de Coalición Canaria y haya crecido tan vinculado a la política como para no poder prosperar sin apoyo, la desaparición de la segunda línea aérea de tercer nivel que opera en las islas es una pésima noticia para esta región. Porque en un mercado libre la competencia es necesaria.

Binter ha hecho todos estos años un buen trabajo, ha conseguido formar parte del paisaje y el imaginario de Canarias, y las islas de hoy no podrían entenderse sin lo que Binter representa. Pero la desaparición de Islas convertirá la compañía de Rodolfo Núñez y Pedro Agustín del Castillo en un monopolio de hecho. Y los monopolios no son buenos nunca. Ni siquiera los que lo hacen bien.