Es asombroso cómo Canarias ha quedado abandonada a su suerte en lo que a la vacunación contra la gripe se refiere. La firma farmacéutica Novartis ha dejado en la estacada a más de 250.000 isleños, que es la cifra aproximada de habitantes que conforman los llamados grupos de riesgo, de obligada vacunación anual. Los viales comprados son defectuosos. Y claro, resulta que estos colectivos son llamados cada año por el Servicio Canario de la Salud de cara a prevenir cuadros dramáticos de gripe y contagios innecesarios.

Incluso, una vez vacunados, cada año, la gripe arrasa más vidas de las deseadas y causa episodios de gravedad extrema a demasiados enfermos crónicos y personas mayores. Una vez conocido el dato de que en ningún caso llegarán vacunas para los necesitados (según matizó en La Mañana de la Cadena COPE Juana María Reyes, directora del SCS) las preguntas se agolpan: ¿Qué pasa con el personal sanitario que se ha puesto la vacuna?¿Qué peligros corren las personas englobadas en estos grupos de riesgo y que este año no se van a vacunar? ¿Cómo deben protegerse? ¿Quién va a informar de la prevención, cómo y cuándo? Pongámonos en el peor de los casos: ¿quién y qué responsabilidad tendrá en el fatídico caso de que alguien (Dios no lo quiera) pierda la vida por una complicación en un cuadro clínico de gripe al no haber sido vacunado? ¿Exigirá el Gobierno de Canarias responsabilidades a Novartis por la situación de indefensión en la que ha dejado a sus ciudadanos? ¿Antes o después de cualquier fatal desenlace? La industria farmacéutica es (junto al sexo, las armas y las drogas) uno de los negocios más rentables del mundo, pero ¿no es esta una ocasión magnífica para empezar a poner a este poder alguna arista en su flagrante caminar y exigirle que arregle este desaguisado? Quizás, como es tradición ya en las Islas, puede suceder que tengamos que enfrentarnos a desgraciados acontecimientos para comenzar a tomar tardías cartas en este desasosegante asunto.

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