el fielato >

Caballero – Por José David Santos

 

[apunte]

Caballero Bonald recibió ayer la noticia de que se le había concedido el Premio Cervantes -el más prestigioso de las letras españolas- con el temple que otorgan no solo los años, sino una vida llena de sinsabores y decepciones que solo un poeta de su enorme talento puede transformar en belleza. No obstante, la declaración que encabezaba ayer las páginas digitales culturales de muchos diarios era: “Seguro que gano enemigos”. Signo patrio como pocos es el de la envidia y el cuchilleo a aquel que asoma la cabeza, destaca y, como es el caso, se le reconoce su magnífica labor; y es que en la cultura la práctica de la crítica destructiva destilando hiel es habitual. Por eso, porque sabe cómo somos, Bonald en su primera síntesis de lo que significa el premio barrunta que se hará nuevos enemigos por el simple hecho de recibir la distinción. Y al jerezano seguro que no le han faltado enemigos en el pasado, sobre todo los internos, los que cincelan muchos de sus versos, pero hoy un español, otro más, mira sus espaldas en busca del Bruto de turno dispuesto al apuñalamiento. Sintomático, sin duda, que en este país [que cada vez se parece más a una caricatura de país que se preocupa más de la espantada de un tal Ruiman que de eso que nos está hundiendo como sociedad y que ya no sé si es la crisis, el desencanto generalizado, que nos hemos vuelto todos tontos o Magneto está llevando a cabo uno de sus planes maquiavélicos] el premio lleve antes a la desconfianza que al orgullo.

En todo caso, los enemigos a los que alude Caballero Bonald no podrán obviar sus palabras y los nuestros (sean los que sean) tampoco evitarán que las leamos y sintamos, por un instante, que, pese a todo, el ser humano es excepcional. “Y tú me dices / que tienes los pechos rendidos de esperarme, / que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo, / que has perdido hasta el tacto de tus manos / de palpar esta ausencia por el aire, / que olvidas el tamaño caliente de mi boca. / Y tú me lo dices que sabes / que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre, / de lastimar mis labios con la sed de tenerte, / de darle a mi memoria, registrándola a ciegas, / una nueva manera de rescatarte en vano / desde la soledad en la que tú me gritas / que sigues esperándome. / Y tú me lo dices que estás tan hecha / a esta deshabitada cerrazón de la carne / que apenas si tu sombra se delata, / que apenas si eres cierta / en la oscuridad que la distancia pone / entre tu cuerpo y el mío”.

@DavidSantos74

[/apunte]