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Cataluña: más complicado> Por Juan Manuel Bethencourt

La conclusión sobre las elecciones catalanas del pasado domingo resulta, y hablamos ya de una estadística consolidada, diferente en función del territorio que se trate. Los medios españoles dicen que perdió Mas -y, por tanto, “ganó España”-, en el extranjero se subraya la amplia mayoría soberanista que se sentará en el nuevo Parlamento. La novedad en todo caso la constituye la coincidencia entre medios de dentro y fuera de Cataluña respecto al duro varapalo sufrido por CiU en general y Artur Mas en particular. Al final resulta que el traje independentista no le sienta bien a un político que, siendo por necesidad muy distinto de su mentor Jordi Pujol, se había presentado hasta la fecha como un tecnócrata eficiente. Perder 12 diputados es un palo muy gordo para la formación ganadora de los comicios, sobre todo si se tiene en cuenta que el listón fue ubicado demasiado alto por el propio presidente catalán.

Puestos a ser independentistas, muchos ciudadanos decidieron volver la mirada hacia Esquerra Republicana, peculiar porosidad esta entre dos organizaciones coincidentes (ahora) en el objetivo de la secesión, pero muy diferentes en el plano ideológico. El regalo habrá sido bien recibido en el cuartel de ERC; un partido que parecía en declive, sin vigor en el discurso ni un líder idenficable -el tan odiado Carod era un individuo resultón y, por tanto, un óptimo activo electoral-, queda rehabilitado de golpe, como interlocutor vital para el caso que Mas quiera mantener esa hoja de ruta cuestionada por las urnas. Hay que ver la estrategia que adopta ahora el PSOE, una vez que su otrora poderosa delegación catalana ha perdido definitivamente su identidad, pues no parece representar ni a los sectores progresistas urbanos (los fieles de Maragall) ni ya tampoco al proletariado barcelonés que procede de fuera, escucha Estopa y habla castellano.

El candidato socialista Pere Navarro fue de largo el aspirante más sólido de toda la campaña, pero está visto que la sensatez, lejos de sumar puntos en tiempos inciertos, resta por el hecho de transmitir debilidad. Esto es muy mala noticia para la política en general, porque la realidad es compleja, los problemas colectivos de gran envergadura y sin embargo todo anima al fomento del estereotipo y la simplificación, perspectiva que por ejemplo le vale al PP para mantener su influyente cuota en la política catalana. Al final es Artur Mas el principal responsable del nuevo paisaje: convocó elecciones para aclarar el panorama y se encuentra con un lío todavía mayor.

@JMBethencourt