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La columna de Churchill> Por Tinerfe Fumero

¡Chas viría! La auténtica historia del llamado ‘efectoBermúdez’

Érase una vez un alcalde que lo era tras un acuerdo postelectoral peliguado en el que tuvo que ceder prácticamente la mitad del poder, al punto de que a su socio de gobierno lo llamaban el ‘otro alcalde’. Lejos de amedrentarse, el alcalde le echó ganas a pesar de que corría el rumor de que en su partido, en su propio grupo municipal, también contaba con la oposición de afines al anterior alcalde, que era de su propio partido. Tales rumores se confirmaron en un congreso en el que se mostró a las claras la orfandad de dicho alcalde: los enemigos le acechaban tanto como los adversarios. En estas, al que llamaban el ‘otro alcalde’ dimitió, cansado de sus propios enemigos, y en vez de beneficiar a nuestro alcalde le perjudicó, porque el pacto tuvo que cerrarse con el peor adversario del anterior alcalde, lo cual no alegró precisamente a los enemigos de su propio partido. Para colmo, el Ayuntamiento arrastraba una deuda gigantesca, una administración anquilosada y la crisis apenas le dejaba margen para trabajar por la ciudad…

Y en estas llegó un desahucio más, que van por unos 370.000 en toda España, y uno de los concejales se pone en huelga de hambre. Una foto de cuclillas junto a las tiendas de campaña y la suerte de que a ese banco debe ser el único al que no le debe el Ayuntamiento… y ¡zas!. El efectoBermúdez ya sirve de ejemplo en toda España y más allá.

Moraleja: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. (Winston Churchill)