tribuna >

Consulado británico – Por Karl McLaughlin

La noticia sobre el inminente cese de la cónsul británica en Canarias y la anunciada “restructuración” de la red consular de Reino Unido en España, que, según se rumorea, significará que las Islas compartirán cónsul con otra región española, no podría haber llegado en peor momento. Horas antes, las autoridades canarias habían manifestado su satisfacción ante el previsible incremento del número de turistas británicos, fruto de los grandes esfuerzos realizados en el recién concluido World Travel Market y otros foros similares. Los titulares del tipo “Reino Unido, fiel a Tenerife” que hemos leído estos días en los medios locales quizás tengan que revisarse a la luz de la previsible rebaja de categoría del actual consulado. Por mucho que los avances tecnológicos y los medios de transporte actuales faciliten un arreglo del tipo que, al parecer, regirá la labor consular a partir de ahora (una especie de job share entre Málaga y Canarias), y a pesar de las garantías ofrecidas sobre la calidad del servicio que prestará la nueva red restructurada, no cabe duda de que la falta de una figura diplomática permanente que represente a Reino Unido y a su amplia comunidad ante las instancias locales y autonómicas supone diluir el nivel de representación actual, ante lo que las autoridades canarias no deben permanecer pasivas. Hace poco, muchos británicos manifestaron su descontento al desaparecer el número de teléfono directo a través del cual podían contactar con su consulado. Imagino que el enfado será igual de importante, cuando, de ser cierta la especulación sobre la desaparición del puesto de cónsul con dedicación exclusiva en Canarias, intenten concertar una cita con su máxima autoridad y representante. Convendría recordar que la labor consular no sólo es papeleo, sino también la defensa de los ciudadanos y la promoción de la nación. Incluye un componente de visibilidad. Sería una pena tirar por la borda tales logros.