El Gobierno de Canarias ha empezado a plantearse (con mucha flojera) algo que, cuanto antes lleve a cabo, mejor nos irá a todos. Sobran personas en el sector público: funcionarios, puestos de confianza y políticos; burócratas.
En la capital del mundo, Nueva York, viven más de 17 millones de personas y es gestionada directamente por 51 políticos.
Canarias con tan solo dos millones de habitantes es gestionada por más de 1.500. Sumen ahora todas las secretarías correspondientes, móviles, luz y todos los gastos que acarrea tener a mandatarios públicos que hacen bien poco.
Y no es que no quieran trabajar (que algunos habrá), sino que ocurre que no hay presupuestos, es decir, dinero que manejar.
Un ejemplo aplastante lo destapamos en La Mañana de la COPE hace unos días. El pobre Cándido Hernández, director general de Aguas del Gobierno de Canarias, fue destituido un año después de ser nombrado; y nunca ocupó su puesto. Nadie se lo comunicó y él siguió trabajando de médico en La Gomera. Nadie lo echó en falta, o sea, que la parafernalia de esta dirección general no hacía falta en absoluto. Y así, supongo que habrá otras tantas.
La administración pública canaria tiene gangrena en una pierna; y esa pierna es el pago de las nóminas de sus empleados. Casi el 25% del presupuesto. ¿Qué está pasando? Pues que la Comunidad no paga a sus acreedores y cada día se endeuda más.
No se cobra, no se gasta y no se dinamiza la economía. Por ello, muchas empresas están con la soga al cuello y no aguantan más. Es una espiral endemoniada en la que, si no se corta la pierna engangrenada, el paciente se muere.
El Gobierno de Canarias no puede permitirse aguantar más personal que el que puede mantener; como cualquier empresa. Las decisiones son impopulares, pero hay que tomarlas. El enfermo no es el Gobierno (que también), es Canarias; usted y yo, a los que no nos dejarán de subir los impuestos para pagar parte de una maquinaria que no nos hace falta (créanme) en absoluto.
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