Paulino Rivero o sus amanuenses electrónicos decidieron colgar en el blog presidencial -que se parece tanto a un blog como a un botijo- una entrada estrambótica en coincidencia con las elecciones autonómicas catalanas. Lo que lograron fue que el blog de Rivero se convirtiera en una víctima colateral de la derrota de Artur Mas y CiU, que lejos de obtener una mayoría absoluta extraordinaria, perdieron una docena de diputados. El extraño guiño, más epiléptico que soberanista, de nuestro bloguero dominical por excelencia buscaba sin duda coincidir con la plenitud de un histórico éxito convergente. Tristemente no ocurrió así, aunque tampoco ocurrió lo contrario, porque la relación de fuerzas entre partidos explícitamente proindependentistas y partidos que no lo son se mantiene en unos términos muy similares en Cataluña, con una ligera ventaja de los primeros sobre los segundos.
Rivero apuntó el pasado fin de semana que si Canarias fuera un Estado sería el sexto cliente de España; según sus cálculos el Archipiélago acapararía el 5% de las exportaciones españolas. Cuando leí lo que precede pensé, por un momento, que había caído en mis manos un guión de En clave de Ja desechado por sus autores por demasiado impresentable. ¿Es este un argumento a favor de la economía española o una crítica perspicaz a la economía canaria? ¿Se derivan responsabilidades políticas de este 5% y, en ese caso, a quién corresponde solicitarlas, al Gobierno central o al Gobierno autonómico? Y si Andalucía o Galicia se trasformasen en estados independientes, ¿qué porcentaje de las exportaciones españolas le correspondería? Para culminar este formidable ejercicio humorístico, se indica que Canarias consume el 50% de lo que representan las exportaciones españolas a Asia, como si Corea del Sur, China o India fueran importadores históricos de productor españoles y no supieran vivir sin fregonas, aceite de oliva o naranjas valencianas.
Finalmente, si se trata de advertir a las autoridades políticas españolas de lo que pudieran perder, el 5% de cuota de mercado no parece un elemento precisamente aterrador, entre otras razones, porque unas Canarias hipotéticamente independientes no podrían improvisar un socio importador en un par de años. El drama del bloguero se mantiene intacto: la escisión entre la denuncia del recorte de recursos y la demanda de mayor autonomía política. La esquizofrenia estéril entre exigir lo que no quieren darte y amenazar con lo que no puedes hacer y solo puede escurrirse, como un chascarrillo porcentual, en una anotación fugaz en el ciberespacio.