¿Sabes por qué los dinosaurios, tras dominar la Tierra 160 millones de años, desaparecieron de la noche a la mañana? Porque no se adaptaron al nuevo ambiente surgido tras el impacto de un meteorito.
En 2008 cayó otro tipo de meteorito, uno en forma de recesión económica, y como aún hay quien piensa que “las cosas volverán a ser como antes”, están resistiéndose a los cambios, es decir, no adaptándose. Corren el riesgo de desaparecer como los dinosaurios.
La resistencia al cambio tiene aspectos positivos: minimiza la posibilidad de caos y hace predecible un comportamiento. Está sustentada por hábitos (¿para qué siempre tomas el café en el mismo bar?), la sensación de seguridad (¿el riesgo te resulta amenazador?), el miedo a lo desconocido (¿tienes un potente diálogo interno, una vocecilla en la cabeza, que de manera continua te advierte de peligros no siempre racionales?) o el rechazo a la incertidumbre (¿te resulta fácil gestionarla o no?). Mas lo único que no cambia es el hecho de que… ¡todo cambia! La buena noticia es que el cambio, resignificado en positivo, lo puedes liderar tú con la consecuente cuota de control sobre la nueva situación.
Piensa en un cambio significativo que se haya dado en tu vida, que inicialmente pensaste que iba a ser desastroso pero que al cabo de un tiempo has descubierto que te ha servido para descubrir aspectos de tu propia persona que ni siquiera sospechabas, nuevas oportunidades de expansión u horizontes que te han lanzado hacia tu progreso. ¿Qué te hace creer que no va a pasar lo mismo con el cambio que te toca vivir ahora? Puedes asumir ese cambio como inevitable, pero también como una maravillosa oportunidad de reinventarte.