Durante ciertos años participé en divertidos montajes difundidos en los medios el 28 de diciembre. Hoy los entiendo pero no los aplaudo, porque siempre salta una realidad que los amarga. En las vísperas de los Santos Inocentes, coetáneos de Jesús Niño, nos estremeció la violencia de Adam Lanza (1992-2012), que, tras balacear a su madre, se ensañó con alumnos de entre 6 y 7 años (cayeron veinte) y profesores del colegio donde ella trabajaba. El resultado fue de 27 muertes en uno de los pueblos más pacíficos de Connecticut, Newtown, que, con 25.000 habitantes, presumía de que, en la última década, solo se contó un delito de sangre. De los avances de urgencia que motivaron una intervención de Barack Obama, se pasó a las circunstancias que rodearon el terrible suceso. De genio variable y clínicamente autista el joven era dirigido por Nancy Lanza en sus prácticas de tiro; ella fue, paradójicamente, su primera víctima; desde la casa familiar se dirigió al colegio, rompió una ventana y entró en el aula donde ella trabajaba; disparó sin pausa hasta agotar los cargadores de sus dos pistolas; entre el horror y el desconcierto, continuó con un fusil de repetición con el que se cobró las últimas vidas; todos los muertos recibieron, al menos, tres impactos. Luego se suicidó. Los niños que escaparon del homicida fueron rescatados, con riesgo, por profesores y empleados; y entre los siete adultos tiroteados se contaron el director y el psicólogo del colegio. Hasta ahí lo conocido de esta matanza; lejos de nuestro alcance, las motivaciones del joven que sumó su nombre a la lista negra de los criminales más dañinos de un país donde está autorizada, “como expresión de libertad y carácter “, la venta libre de armas y su uso mediante un permiso de fácil obtención; un país que contabiliza 10.000 homicidios y 19.000 suicidios anuales con armas de fuego; un país que mantiene, en varios e importantes estados, la pena capital, cuya justificación de “fuerza disuasoria para los criminales” resulta un auténtico fiasco habida cuenta las cifras antes enumeradas. Las expresiones de duelo, las reconstrucciones forenses y las especulaciones periodísticas de los últimos días no añaden nada a este episodio negro, que se une a otras masacres en cines, supermercados y colegios y a un debate puntual sobre el comercio de armas que, como en anteriores ocasiones, volverá al olvido hasta que se produzca otra tragedia, con otros muertos inocentes.
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Adam Lanza - Por Luis Ortega publicado por Ricardo Herrera →