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¿Creyentes o pandilleros?> Por Carmelo J. Pérez Hernández

Anda que no tiene guasa la cosa! Resulta que al presidente del Congreso, Jesús Posada, se le ocurre felicitar la Navidad a los españoles con una estampa del portal de Belén y le cae encima la progresía más rancia acusándole de no respetar la aconfesionalidad del Estado, de herir la sensibilidad de los no creyentes. No sé a ustedes, pero a mí me dan ganas de “mandar a tomar Fanta y diviértete” a quienes desperdiciaron un solo segundo de esos que les pagamos a tan caro precio para alzar la voz contra la iniciativa.

Que en España no hay una religión oficial, gracias a Dios, lo sabemos. Lo sabemos bien porque fue la Iglesia la que colaboró para que así fuera. Que la Navidad ha derivado para muchos en una celebración sin referencias religiosas, pues también lo conocemos. Y que la Navidad nació como nació, es lo que es, y se llama así por lo que se llama… parece una cuestión demasiado complicada para el entendimiento de algunas de sus señorías.

Son ganas de figurar, está claro. Digo yo que han alzado la voz para que alguien se entere de que están allí, no sea que les retiren la nómina. Otra explicación no le veo. Lo que sí afirmo es que el nivel de algunos de nuestros políticos es lamentable. No imagino vomitando semejante estupidez a ningún representante público de la inmensa mayoría del mundo civilizado. Por muy aconfesionales que sean sus naciones. “Entonces, ¿qué hacemos?, le preguntan hoy a Juan el bautista en el evangelio que leemos en nuestros templos. Es la pregunta con la que sugiero que respondamos a estos pandilleros desinformados. ¿Qué hemos de hacer los cristianos ante la inminente llegada de la noche santa de la Navidad y del tiempo que hemos reservado para celebrar ese misterio?

Yo insisto en mi propuesta: lo primero que hay que hacer es no hacer nada. O mejor, hacer mucho, muchísimo, por dentro. Hay que llegar a la celebración de Nochebuena con el corazón sobrecogido, con el andar sereno de quien ha caminado mucho en su interior antes de ponerse en marcha para cruzar las puertas del templo. Dios se hace carne y los llantos de ese niño que viene son el himno de una nueva humanidad, de una vida nueva. Ahora somos nuevos porque él ha elegido llorar entre nosotros.

Aprovechemos los días que faltan para hacer limpieza: ¡fuera la ñoñería estéril, el almíbar abundante de las sonrisas y las comidas de obligado cumplimiento! No hay tiempo ni es lugar para emociones pasajeras. Dios ha desplegado su campamento entre nosotros y cuando esta verdad traspasa la dura coraza de nuestra indiferencia es radicalmente transformadora.

Montemos ya el portal en nuestro interior. Pidamos vida para nuestros rincones muertos, para nuestras tardes grises. Hagamos un exorcismo a las nubes de tormenta que amenazan con rociar nuestros días de desesperanza. Viene Dios. Está aquí. Siempre ha estado aquí.

“¿Qué hacemos?”. Gustar por dentro este acontecimiento, sacarlo a pasear sin complejos, compartirlo a sabiendas de que es el mejor regalo que podemos hacer. Ése es el plan.

@karmelojph