Las sábanas se han portado bien esta noche. Arropándome, con mucho calor y cariño, creo que me han hecho invencible y me han protegido de la que habría sido nuestra última noche. Como ya sabéis, según muchos, ayer era el fin del mundo. Sí, ayer mismo, 21 de diciembre, una catástrofe, un ente (sin nombre aún), podría haber hecho que el mundo desapareciera, que nos convirtiéramos en mil hormigas en su hormiguero que se está quemando. Ayer mismo, valga la redundancia, tuve un día tranquilo, con más calor del que suelo tener en diciembre, pero sin llegar a chamuscarme, la verdad…
La visión de unos cuantos nos ha hecho pensar que la vida humana tendría un punto y final ayer, sin ningún motivo aparente ni un porqué significativo: un augurio nada alentador. ¿Los supuestos especuladores? Los mayas. ¡Y no! Ni fueron ellos ni es cierto. La verdadera explicación de por qué el 21 de diciembre del año 2012 era de importancia para los mayas es por el cambio de ciclo que se daría, una nueva etapa en la que arte y cultura se exaltan. De hecho, cuando en muchos lugares temblaban por el posible fin, la cultura maya celebraba la culminación del 13 Baktún, etapa que se acaba, dentro de la Cuenta Larga. Pues si cuentas, vamos, tenemos una cuenta larga de invenciones…
Invenciones. Permitidme ser atrevido y tener el lujo de inventarme una palabra para el diccionario de nuestro día a día: “ignotismo”. La palabra ignoto se refiere a algo no conocido o no descubierto, como la palabra en sí misma lo era para mí hasta hace unos días. Ignotismo puro: desconocimiento puro. Esa es la expresión. Somos unos ignorantes de este mundo ignoto, ya que no podemos abarcar todos los secretos de este planeta. Sin dudarlo, vamos. Sea de nuestra ignorancia o no, todos tenemos algo claro hoy: el mundo no se ha acabado.
Y si el mundo no ha acabado, no quiero saber cuál es la fecha exacta. Prefiero pensar que a mí también me empieza una nueva etapa, un tiempo de cambio y de mejora, como lo hacen los mayas. Ni fines del mundo ni meteoritos. Hoy comienza un día nuevo que marca un antes y un después, un mundo del que sabemos un poco más y, a la vez, un poco menos. Un mundo que siempre tendrá un punto ignoto para nosotros. Pero ¿qué hay de malo en seguir descubriendo?