Afortunadamente, hoy hemos logrado mejorar la fama de nuestra oferta gastronómica. Hasta hace unos años se decía que aquí se comía mal. Queda mucho por hacer pero hoy la cocina canaria tiene una oferta rica y sabrosa, más allá de las papas arrugadas y el mojo picón. Cada isla con sus peculiaridades, la gastronomía canaria es una forma de expresión cultural y una fuente de riqueza.
Nuestros vinos tuvieron una justa fama y es conocido su consumo en la corte británica desde la mención que de ellos hizo Shakespeare en algunas de sus obras. Hoy, los vinos blancos de La Geria en Lanzarote o los malvasías de La Palma; y los tintos de Tacoronte o de Tafira y Santa Brígida, en Gran Canaria, son solo algunos ejemplos de los excelentes caldos que producimos. Nuestros quesos, a los que soy tan aficionado después de 15 años de “exilio político” en Estrasburgo, son de gran calidad y no desmerecen ante los mejores quesos franceses, españoles o italianos. Producimos muchos y excelentes quesos, de cabra y oveja en Fuerteventura; los quesos de flor grancanarios, producidos en Gáldar y en Guía; los quesos frescos producidos en diversas comarcas de Tenerife y en El Hierro y los quesos ahumados de La Palma, por citar solo algunos. Todos ellos quesos magníficos que nos prestigian.
En todas las islas, sus platos mas típicos podrían ser un atractivo para nuestros millones de visitantes, si las autoridades responsables en el gobierno regional y los cabildos insulares establecieran una estrategia de promoción que fomente la difusión y el consumo de nuestros productos en los hoteles y restaurantes de las zonas turísticas, algo que no se hace o se hace poco y mal. En este aspecto hay mucha tarea pendiente. Los sancochos y carajacas en Gran Canaria; el almogrote y la leche con miel de palma en La Gomera; las quesadillas herreñas y los deliciosos postres palmeros, entre los que citaré bienmesabes, piononos y rapaduras. Todos merecen una mejor promoción.
Siempre pensé que nuestras papas son un manjar exquisito y único, especialmente las papas de color cultivadas en Tenerife. Creía que eran las mejores, hasta que supe que en Perú cultivan hasta mil variedades de papa diferentes. En una visita a Lima descubrí un restaurante, El Señorío de Sulco, en la costa del barrio de Miraflores, en el que desde el aperitivo hasta los postres, incluyendo los licores, ofrecen una carta de comida peruana cuya base fundamental es la papa. Cada vez que viajé a la capital peruana, volví una y otra vez a disfrutar de su comida y de la espléndida panorámica que desde allí se divisa de la costa del Pacífico. Lo menciono a propósito de la papa canaria, que lleva camino de convertirse en rara avis. No es fácil encontrar hoy aquí un restaurante donde comer unas buenas papas fritas, que han llegado a convertirse en verdaderas delicatessen; nos ofrecen, por el contrario, una pasta de patata producida industrialmente y frita de cualquier manera. Una pena que no aprovechemos mejor la calidad de nuestra papa, como base de nuestra mejor oferta gastronómica, de ahí la mención que hago de la cocina peruana, que es mucho más que los típicos cebiches y se ha convertido en un referente de calidad en muchos países europeos e hispanoamericanos.
Con todo, tenemos aquí muchos ejemplos de buen hacer. Días atrás, en La Palma descubrí un restaurante en la Playa de los Guirres, perdido entre plataneras, donde su chef, Carlos Denis, ofrece una carta sencilla y sabrosa de arroces y pescados frescos. Para chuparse los dedos.