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El hombre que nunca dudó> Por Saray Encinoso

“Canarias es una parte de África”. Seguramente fue la frase que más repitió a lo largo de su vida o, al menos, la que más ha terminado indentificándolo. Es inevitable. A Antonio Cubillo siempre se le recordará por ese sentimiento africanista que lo llevó a practicar la violencia y que puso en jaque al Estado español. El abogado laboralista se convenció muy rápido de que el Archipiélago era una colonia que estaba siendo maltratada por la metrópoli. Y se obsesionó con la independencia. Lejos quedó pronto su imagen de abogado antifranquista, promotor de huelgas y protestas obreras. En su búsqueda de la autodeterminación se reunió con muchísimos líderes africanos y aprovechó el movimiento independentista que pusieron en marcha los Países No Alineados. Tuvo mucho éxito: hizo que su causa fuera una causa africana.

En su periplo intentó que el Partido Comunista apoyara su obsesión. Pero Santiago Carrillo y la Pasionaria no lo hicieron. Pensaban que aquel joven acabaría olvidando sus ideales, pero eso no ocurrió. Cuando Argelia dejó atrás a Francia y se convirtió en una nación independiente -después de una de las guerras más sangrientas de la época- Cubillo estaba en el Congreso de la Paz, en Moscú. “Fue un 5 de julio. Se anunció en el congreso y 4.000 personas se pusieron en pie y aplaudieron durante 12 minutos”.

Todavía en 2010, después de incontables peroratas en su emisora Canarias Libre, de la “propaganda armada” del Mpaiac, del trágico suceso de Los Rodeos y de sufrir un atentado a cargo del Estado, Antonio tenía fuerzas para seguir reclamando la independencia. De hecho, seguía demandando exactamente la misma independencia que décadas atrás. Naciones Unidas proclamó ese año como el de la autodeterminación y él volvió a presentar una solicitud.

Antonio Cubillo no fue solo el líder independentista por excelencia (junto a Secundino Delgado). Fue el líder de un tipo de independencia. Nunca quiso demandar un estado propio que no pasara por el proceso de autodeterminación. Sabía que si cambiaba su discurso tendría que aceptar que Canarias no había sido nunca una colonia. No estuvo dispuesto a ello.

Conocí a Cubillo una tarde de agosto de 2011. Hablamos durante tres horas en su casa de Santa Cruz. La conversación fue igual que su vida. No dejó de girar en torno a esa idea inamovible que tuvo de su tiempo y de su inventada patria. Es increíble, pero nunca dudó.

@sarayencinoso