Más de 267.000 conductores han hecho curso para recuperar puntos

SAGRARIO ORTEGA (EFE) | Madrid

Más de 267.000 conductores han hecho hasta ahora el curso de sensibilización para la recuperación parcial o total de puntos del carné. Yo he sido uno de ellos y, tras doce horas de charla, spots, gráficos y cifras, respiro más tranquila porque tengo ya seis puntos más.

Todavía con Pere Navarro como máximo responsable, la Dirección General de Tráfico (DGT) me envió una carta recomendándome que hiciera el curso de sensibilización porque sólo me quedaban cuatro puntos. La causa: cuatro puntos por sobrepasar el “famoso” semáforo de Islas Filipinas y otros tantos por un adelantamiento de riesgo para la Guardia Civil y “ajustado” para mí.

Lo fui dejando, pero hace apenas dos meses me decidí ante el temor de que una nueva infracción dejara mi particular marcador a cero.

A través de la Confederación Nacional de Autoescuelas recibí el listado de centros que imparten estos cursos en la Comunidad de Madrid, apenas 20 y muy pocos en la capital, lo que, en principio, extraña bastante.

Una vez elegido el centro -afortunadamente a cuatro paradas de Metro de mi casa-, llamé por teléfono para “reservar” plaza e informarme del resto de los trámites. El primero no me entusiasmó mucho: debía ingresar 205 euros.

Tampoco me animó especialmente saber que el curso duraría doce horas: seis el viernes (de 15.00 a 21.45 horas, que incluyen los tres descansos de quince minutos) y otras seis el sábado (de 08.00 a 14.45 horas con los tres recesos).

Cuando llegué a las 15.15 horas todos los “alumnos” -nueve hombres y cuatro mujeres- ya estaban en sus pupitres, en absoluto silencio sólo roto por los murmullos de disgusto de una de las conductoras, visiblemente cabreada por tener que pasar ese trámite. En el transcurso del curso se fue relajando y, además, confesó que asistía para recuperar los puntos que había “regalado” a su hija.

Una triquiñuela habitual que, por supuesto, no sorprendió al resto de los conductores ni a la “profesora”.

Otro confesó que se había apuntado al curso “in extremis” antes de que le llegara la notificación de tráfico con la pérdida de todos los puntos. La recuperación total requiere de otro curso, más largo y más caro, claro.

Antes de comenzar, los “infractores” firmamos un contrato con el centro de formación e inmediatamente el parte de asistencia, que es obligatoria. De hecho, más de uno ha perdido todo el curso por no acudir a la segunda jornada.

La formadora reconoció que la hora de la siesta no es la más idónea para atraer la atención de los alumnos y se afanó en mantener el interés mezclando las frías cifras de la siniestralidad con vídeos y spots, que fueron “despertando” a los asistentes.

Factores de riesgo, causas de los accidentes, la magnitud del problema… Objetivo: sensibilizarnos de las consecuencias que puede tener para nosotros y el resto una conducción deficiente o arriesgada.

Poco a poco el debate se fue animando, sobre todo cuando tocó hablar de la velocidad. Unanimidad entre los “alumnos”, que consideraron que el límite máximo debería subirse en autovías y autopistas.

Entre los asistentes había conductores de furgonetas de reparto, multados además por exceso de velocidad. Y lo dejaron claro: ellos seguirán corriendo porque sus empresas les obligan. Prefieren mantener el puesto de trabajo.

La formadora nos puso a prueba y, efectivamente, algunos conductores profesionales no sabían cuál era el límite máximo al que deben circular sus vehículos. La mayoría desconocíamos el significado de algunas señales de tráfico y todos estuvimos de acuerdo en que no estaría de más “reciclar” al conductor de vez en cuando.

Tras uno de los descansos, un parapléjico víctima de un accidente de tráfico nos mostró la cruda realidad de los siniestros, las dificultades para la integración en la sociedad y en la familia y la falta de ayudas para poder disponer de los medios técnicos que les faciliten la vida diaria y que, como comprobamos, son carísimos.

Madrugón el sábado y seis horas más de datos y vídeos, dedicados especialmente a las consecuencias del consumo de alcohol y droga en en la conducción, y de algunos consejos prácticos de mecánica.

Para terminar, cada alumno recibió un curso individualizado a través del ordenador cuyos contenidos se adaptaban a las infracciones cometidas por cada uno. Casi imposible concluirlo.

Son las 14.45 horas. El curso ha concluido y el lunes se podrán recoger ya los certificados, que pueden servir además para solicitar a la compañía de seguros el pago del curso, ya que algunas los sufragan.

Apenas pude despedirme de mis efímeros compañeros. En unos segundos el aula quedó vacía, como en el “cole”.