fauna urbana>

Movimientos reales> Por Luis Alemany

A tenor de las múltiples caídas, roturas y traumas sufridos por el rey Juan-Carlos en los últimos tiempos, su esposa doña Sofía ha comentado a la prensa que -en su opinión- es mejor que se quede quieto, ante lo cual no puede uno por menos de plantearse la mayor o menor conveniencia del movimiento de los reyes para el buen funcionamiento de los países: tal vez sea cierto que don Juan-Carlos se haya movido excesivamente en los últimos tiempos (y así le ha ido: lamentablemente), en alarmante contraste -por ejemplo- con su angustioso inmovilismo de más de seis horas el 23 de febrero de l981, a cuyo través la inmensa mayoría del país no supo entonces con certeza -hasta la madrugada del siguiente día- si aquella inquietante quietud (que ahora reivindica doña Sofía) era prudencia, cobardía, paradójico retorno al antiguo Movimiento o profundo planteamiento filosófico; porque de todos es sabido que el quietismo es una doctrina mística, a cuyo través se contempla, desde la distanciada espiritualidad, la materialidad cotidiana, aunque no le da a uno la impresión de que los tiempos que corren por este país hagan recomendable tal actitud.

En cualquiera de los casos, no queda más remedio que reconocer que en esto de la cinética borbónica este país ha atravesado muy diversos y contradictorios avatares, con también enfrentadas consecuencias: el abuelo de nuestro actual monarca decidió -en 1931- moverse hacia Italia dejando el país abandonado a una incierta suerte que -por fortuna- resultó ser fructíferamente republicana, mientras que su tatarabuela Isabel II se movía con mucho garbo entre los alabarderos de su guardia, deteniéndose con alguno de ellos cuando lo estimaba conveniente; de la misma manera que, si Carlos IV no se hubiera movido hacia Francia (como huésped de Napoleón), España no hubiera sufrido una guerra de cuatro años, así como que si su hijo Fernando VII no hubiese movido -hacia este país- a los Cien Mil Hijos de San Luis las cosas hubieran marchado de otra manera -por aquel entonces- en el ibérico solar.
Dicen que el movimiento se demuestra andando, y supone uno que la quietud también; de tal manera que este comentario de la reina Sofía, con respecto a la salud motriz de su regio cónyuge, nos pudiera hacer reflexionar acerca de la mayor o menor conveniencia de cualquiera de ellos según las circunstancias en que se encuentren: por tautológico que pueda parecer, piensa uno que solo hay que moverse cuando no queda más remedio: reyes o no.