La sede capitalina de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (la AECC) ha cambiado su ubicación y, por tanto, ha habido mudanza. Nunca imaginé que un traslado a un edificio, en una misma ciudad, y distante solamente un par de manzanas pudiese originar un caos tan absoluto. Aunque debo reconocer que se ha hecho con la misma rapidez y entusiasmo con que Barenboim y Lang Lang tocan a cuatro manos el allegro molto de la la mozartiana Sonata K448 (verlo en YouTube).
Hubo que llevarse no solamente toda pequeña pertenencia oficinista sino un cargamento de folletos, correspondencia, expedientes, libros, informes y de teléfonos, ordenadores, teclados, impresoras y de cuadros, plantas, objetos de publicidad y de las mesas con sus alas, sillas, archivadores, armarios, todo tipo de muebles, los viejos que ya se poseían y los “nuevos pero usados” que componen la fraternal donación de una empresa que ha cerrado sus puertas recientemente y que han querido que fuésemos nosotros quienes disfrutásemos de su mobiliario.
Y lo más difícil: sin dejar de atender a las personas que llegaban a las puertas de trabajo social y psicología. Me llamó la atención, en pleno zafarrancho, ver a una compañera de una de dichas actividades atendiendo a una señora, lejos de oídos ajenos… ¡apoyadas ambas en unas enormes cajas de la mudanza! Y sin abandonar las actividades programadas, como la Feria de Anticuarios recientemente celebrada en La Laguna y que constituyó un éxito gracias a la continua riada de gente dispuesta a colaborar que suele transitar el centro de nuestra ciudad-tesoro, patrimonio de la humanidad. Y sin olvidar citas concretas, como la entrega de las uves de voluntarias de la AECC a un grupo del amplio voluntariado que hacían años en ello o la máxima distinción que concede la AECC, entregada en el amplio salón de CajaCanarias, a Lely Sánchez Renshaw, por su encomiable trabajo como coordinadora del voluntariado en ambos hospitales. Esta nueva casa de la AECC (que lo es de todos pero principalmente de los enfermos oncológicos y sus familias) es un precioso y soleado séptimo piso en la calle de San Francisco, número 5, que se ha conseguido por una renta mínima gracias a una persona de las que te hacen decir cuando finaliza el año: usted es de lo mejor que me ha pasado durante estos doce meses.
Alguien que quizás no sea consciente de la gran labor que se realizará gracias a su altruismo porque no hay homenaje más bello para dedicar que la generosidad con los que nos necesitan. La misma que tiene como meta la Asociación Española contra el Cáncer.
*VOLUNTARIA DE LA AECC