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Navidad – Por Andrés Brito

Cualquier concepto que tengas en la mente, por abstracto que sea, te es significativo porque lo tienes vinculado a una imagen, a un sonido o a una sensación.

Si te digo “ualabí” acaso no te surja ninguna representación interna, pero si te aclaro que es un cangurito la cosa cambia: como por arte de magia, el ualabí pasa a formar parte de tu universo interno. Ocurre igual con cualquier palabra y en ciertos casos dichas asociaciones inconscientes son tan potentes que desencadenan verdaderos estados emocionales.

Te invito a cerrar los ojos y explorar qué imágenes, sonidos o sensaciones asocias a la palabra “Navidad”.

Si eres una persona visual acaso “veas” un árbol adornado o a tu familia cenando en Nochebuena. Si eres alguien auditivo puede que ahora estés “oyendo” un villancico en tu cabeza.

Si prefieres lo kinestésico (sensaciones) a lo mejor “recuerdes” el olor del mazapán o ese calor en el pecho que sientes cuando le das un abrazo a alguien querido a quien solo ves precisamente por estas fechas.
También puede que experimentes el agobio de la prisa de última hora, que veas mentalmente la factura de los gastos extras o que oigas el reproche de esa tía lejana que se queja de que solo vas a verla a finales de diciembre.

Sea cual sea tu representación interna es fruto de la forma en la que has vivido la Navidad hasta hoy. La buena noticia es que esa representación la puedes cambiar si te genera un estado de ánimo no deseado.
Para ello basta con que escojas otras imágenes, sonidos o sensaciones que “ver”, “oír” o “experimentar” ante la palabra Navidad.

Después de todo, la auténtica magia es la que cada uno sea capaz de poner para hacer de este un momento único en el año.

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